5 El evento

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Los golpes a mi puerta me hacen dar un salto del susto, y conforme los segundos pasan, los golpes continúan y mi corazón se dispara. En lo que pienso si es buena idea abrir o no, me mantengo totalmente quieta, sin hacer el mínimo ruido porque siento que podrá escuchar mi respiración.

Finalmente, su voz me invita a mover los músculos.

—¡Sé que estás ahí adentro, Regina! ¡Abre por favor o no me iré y lo sabes! —Salgo del baño poniéndome una bata, y camino a la puerta mientras la abrocho con mis manos temblorosas.

Veo el reloj de pared que hay en mi sala, y aún falta una hora para que llegue Jude.

—¿Qué carajo haces aquí? ―pregunto molesta colocando mi pie detrás de la puerta, para evitar abrirla por completo.

—Sabes qué hago aquí. Dame un segundo por favor, Regina ―dice recalcando cada letra de mi nombre―. Solamente un segundo, y me voy.

Niego con la cabeza desaprobando mi comportamiento, y me hago a un lado. Samuel cierra la puerta tras él y yo me recargo en la cómoda que hay en el pasillo con mis manos apoyadas sobre el mueble.

—Habla ―exijo mostrándome fuerte, porque sí, por dentro el miedo me carcome y no porque él me pueda hacer algo, sino porque cada día que pasa, siento que me van arrebatando poco a poco mi nueva vida, y no quiero.

—Te necesito ―confiesa y no puedo evitar virar los ojos con fastidio―. Soy un idiota, lo sé. Perdóname. Yo sé que, alimenté los deseos de Margaret al permitir que ella se tomara libertades que estaban fuera de lo necesario. Creí que podría controlar su acoso sin tener que involucrarte para no lastimarte en su momento, y al final todo fue peor. De verdad me arrepiento no haber puesto límites..., te extraño como no tienes una puta idea, Regina ―dice provocando que me estremezca aún más al escuchar cada letra de mi nombre―. Estoy muy arrepentido de no haber explicado nada desde un principio defraudando tu confianza.

—Realmente no había nada que explicar, presencié las cosas y con eso bastó. Estaban más que claras.

—No estaban claras, Regina. Merecías una explicación y yo el beneficio de la duda, ¿no crees?

—Qué cínico eres. ¿Es todo lo que tenías que decir? —pregunto con un hilo de voz y él se acerca. Pone su mano en mi mejilla y, por un segundo me llueven los recuerdos de cuando éramos felices.

—Y que te amo, Regina —Mis lágrimas salen, y él se acerca más a mí acunando mi cara entre sus manos—. No llores.

—No es fácil volver a verte ―confieso―. No después de todo lo que pasó.

—Mírame, por favor ―pide musitando con ternura.

En cuanto volteo a verlo, me besa sin permiso. Pero eso no es lo peor. No..., lo peor de esta situación, es que me dejo llevar.

Tras unos segundos, separa sus labios de los míos para susurrar mi nombre mientras junta su frente con la mía.

Esto no debe pasar. Sin embargo, no hago nada para detener sus manos que, con suavidad buscan el borde de mi bata para brincarla, y después recorrer con las yemas de sus dedos mi piel desnuda hasta mis caderas.

Estoy pisando mi orgullo, pero se siente bien saborear sus labios una vez más. Una chispa se enciende en mi cerebro, y me incorporo haciendo caso a mi buen juicio.

—Basta. Sam..., basta —musito deteniendo sus manos.

—No. Te necesito, Regina ―susurra con los ojos cerrados sin despegar su frente de la mía―. No tienes idea de cuánta falta me has hecho ―continúa guiando sus manos a mi trasero.

Fue en un café | Bilogía Destino I | Finalizada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora