40 Movimientos inesperados

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Es un hecho que, estar sola, es bastante deprimente y no solamente para mí, supongo que así es como las personas comienzan a amargarse la vida.

Fue bastante decepcionante cuando se llegó Navidad y no cumplí mi promesa de estar con Liam.

Fue muy deprimente, incluso recordar todas mis Navidades pasadas que, a pesar de cómo fue Albert de carácter duro, no se negaba nunca a que festejáramos la tradición.

Los primeros días, David estuvo llamando, supongo que las chicas le dijeron de mi supuesto viaje. Apagué el celular dejándolo caer en una jarra con agua.

No he salido desde el partido de Liam. Las cortinas de todo el departamento permanecen cerradas desde hace tres meses, no importa si es de día o de noche.

Doy un recorrido desde mi desastrosa habitación, hasta la cocina, donde están acumulándose las bolsas y contenedores desechables de esta semana. Como no salgo ni a surtir la despensa, me la he pasado pidiendo comida a domicilio.

Tengo hambre, pero últimamente no puedo dar más de dos bocados a la comida porque termino vomitando en el baño. Escucho la puerta abrirse, y me encamino a recostarme en un sillón.

―Primera vez que te encuentro despierta ―anuncia Shane al entrar y verme arrumbada en el mueble.

―El hambre me levantó ―respondo sin mucho ánimo.

―Vomitas todo lo que comes.

―Tengo hambre, pide algo.

―No, Regina. No habrá más comida a domicilio. Iremos al súper y compraremos lo necesario para prepararte algo sano. Tienes que alimentarte bien.

―¿Iremos? No pienso salir de aquí.

―No puedes estar aquí todo el tiempo, Regina ―dice sentándose al borde de la mesita de centro―. Ya son tres meses los que has permanecido aquí escondida. Tienes que salir, enfrentar las cosas. Ya tuviste tu duelo, ya lloraste suficiente. Tienes que levantarte y salir. Este encierro no te está haciendo bien. Estás pálida, tienes que tomar un poco de sol.

―No tengo ánimos de nada, Shane. Solo porque no tengo a otro lugar donde ir, si así fuera, ya no estuviera aquí.

―Eso no te sirve conmigo. Mi papá logró encontrarte una vez y podría hacerlo todas las veces que sean necesarias si así se requiere. No debes estar sola en estos momentos, Regina. Alejaste a tus amigas, dejaste de luchar por ese tipo del que te enamoraste, no hablas con tu hermano. ¿Esta vida quieres para tu bebé?

―Mis amigas tienen suficientes problemas como para cargar encima conmigo, mi hermano está contento planeando su boda, y David..., él..., no es que dejara de luchar por él, es únicamente que Susan siempre va a estar ahí metida y él le permite estar en su vida. Yo no tengo nada que hacer ahí.

―Regina, no debería decirte esto porque yo, bueno, tú sabes..., en fin. Susan no ha estado con él.

―Yo los vi juntos.

―Sí, pero no por lo que tú piensas. Cuando tú los viste, ellos se dirigían a la oficina de Tom.

―No entiendo.

―Bueno, si quieres entenderlo habla con él. Tienes derecho a una explicación, ¿no crees?

―No. Que haga lo que quiera. No me importa.

―Te recomiendo que hables con él.

―No tiene caso. Ya no importa.

―Anda, levántate.

―Si pretendes llevarme, será así ―respondo con fastidio, señalando las fachas que me hacen parecer indigente.

―Como quieras, mientras pongas un pie fuera de este lugar, no importa si vas con una cobija encima.

Fue en un café | Bilogía Destino I | Finalizada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora