29 C&M y Asociados

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―¿Cómo se supone que yo te puedo ayudar? ―cuestiono al chico.

—Tú puedes hacer que acceda a una prueba de paternidad. Ese bebé es mío.

―¿Por qué estás tan seguro?

—Porque estuvimos juntos un largo tiempo. Un día descubrí que se hizo una prueba de embarazo casera. Cuando la cuestioné me aseguró que no era mío. Pero entonces comencé a sacar cuentas, y a menos que me haya sido infiel, ese bebé es mío ―asegura, y miro a Samuel que se encoge de hombros―. Una prueba de paternidad nos dirá la verdad.

—Fuiste a verla.

—Sí, pero se niega a decirme la verdad.

—Pues es la única que puede aclararlo de momento ―manifiesto volviendo la vista a Samuel.

—Ya lo hemos intentado los dos —responde Peter—. Pero yo ya no puedo volver a hacerlo o me encontrará tu padre. Fui muy estúpido como para enfrentarlo, y ahora tengo que esconderme.

Lo pienso un momento porque siendo cosa de Margaret, la verdad que no me interesa inmiscuirme en esos asuntos. Pero ese bebé merece crecer feliz, y si este hombre es el padre, debería llevárselo lejos de ella porque está loca, y de mi padre porque es un maldito. Finalmente, mi parte malvada me aconseja que la haga pagar lo que me hizo. Porque sí, le guardo rencor.

—Me encargaré de eso. Ten por seguro que tendrás su custodia, de mi cuenta corre que así sea. Ahora, si me permites, tengo asuntos que solucionar con Samuel.

—Claro. Muchas gracias, Regina —dice estrechando su mano con la mía—. Ha sido un placer conocerte, no eres ni la cuarta parte de lo que ella me llegó a describir de ti.

—Lo supongo —respondo sin que me extrañe su comentario—. Ándate con cuidado y hasta que tenga noticias, no te aparezcas más por aquí.

—¿Cómo sabré cuándo venir?

—Dame una semana.

—Perfecto. Gracias —Se despide de nosotros y se retira de la oficina.

Me siento en la silla donde estaba el chico y observo a Samuel que juega con un bolígrafo entre sus dedos.

—¿Una semana? —inquiere con esa sonrisa de lado que debo admitir, me volvía loca en el pasado.

—Una semana. Es el tiempo que permaneceré aquí, así que, es mi límite para hacer todo lo que me he propuesto. Mañana hablaré con papá y buscaré la forma de que él me diga donde está Margaret. Así podré ir a visitarla sin levantar sospechas.

—Hay trabajo por hacer.

—Samuel, ¿cuánto tiempo llevas investigando a mi padre? —pregunto haciendo que deje caer el bolígrafo. Me mira recargando ambos codos sobre el escritorio.

—¿Cómo lo sabes?

—Mencionaste en el avión que estabas investigando algo y no me dirías hasta estar cien por ciento seguro.

―Sí, pero no te especifique que era a tu padre.

―¿Qué sabes hasta ahora?

—No quiero decírtelo sin tener las pruebas, aunque con tu decisión de quedarte para averiguar lo de Helen, me tienta a cambiar de opinión.

—Pues deberías ir hablando ya —pido con tono determinante, al tiempo que cruzo mis piernas con la intención de hacerlo comer de mi mano, muy interesada en lo que dirá. Él, por supuesto, cae, porque sus ojos bajan lentamente hasta mis piernas, donde los posa sin descaro—. ¿Por qué no me dijiste que mi padre te amenazó con mi vida, si no me traías de regreso?

Fue en un café | Bilogía Destino I | Finalizada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora