37 Sobreprotectoras, e inmaduros

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Justo cuando termino de peinarme, tocan a la puerta. Ese debe ser Shane.

―Llegas temprano ―digo en cuanto abro invitándolo a pasar.

―¿Estás por salir?

―Iré a casa de mi amiga Jude. Me invitó a cenar. Siéntate, Shane —Se le nota nervioso, pero no dice nada. Me siento frente a él esperando a que hable, pero supongo que debe estar esperando mis preguntas.

―¿Quieres algo de beber?

―Gracias, Regina. Estoy bien.

―De acuerdo. No quiero hacer esto algo largo de entender, Shane. Eres hijo de Oswald, el mejor amigo de Charles. Solamente dime quién eres en realidad y en cuantas cosas mentiste.

―De acuerdo. No soy tan joven como parece, o como dijo Susan. Tengo treinta años, y el director ejecutivo de la cafetería es conocido de mi padre, así que, facilitó mi entrada para que nadie sospechara. No estoy estudiando nada, en realidad, ya pasé por eso, ahora me encargo de la administración de las empresas de mi padre. Me ofrecí a cuidarte, porque vi muy desesperado a Charles. Crecí viendo a mi padre cuidar de él que, llegué a un momento en el que deseaba que despertara únicamente para conocer a esa persona que tanto admiraba mi padre y que debido a la amistad que tanto le enorgullecía, decidió empeñarse en permanecer con él.

―¿Quién es realmente Oswald?

―Hacía pasar desapercibidos sus negocios. Con el poco dinero que logró recuperar de lo que Albert robó, hizo inversiones para lograr crear su primera empresa. De ahí buscó asociarse con personas de suma confianza que pudieran impulsar los negocios sin dejar que su nombre figurara en los documentos, así que, hizo acuerdos que protegieran su identidad. Sabía que lo que hacía mi padre tenía una buena razón, así que seguí sus pasos.

―Y es así como ahora manejas sus empresas ―Asiente sin dejar de sonreír.

―Regina, ellos jamás hicieron nada malintencionado. Lo de vigilarte, fue porque mi padre ya tenía sus sospechas hacia Albert y cuando supo que estaba chantajeando a tu ex, se preocupó por tu bienestar. No sabía ni confiaba hasta qué extremos podía llegar Albert.

―Era mi padre, no me habría tocado... ―Intento justificarlo, pero me doy cuenta de que no tiene caso disfrazar la verdad.

―Por favor, Regina. Secuestró a Jeremiah solamente porque descubrió algunas cosas de las que hacía, envió a tu hermana a otro país y la dejo en la calle, le quitó todo a tu madre y la dejó encerrada bajo llave. ¿Por qué crees que no te hubiese hecho nada?

―No, tienes razón. El simple hecho de haberse metido con la familia de David, bastó para hacerme bastante daño ―confieso con tristeza―. Es una suerte que no haya pensado en Jude.

―Pero eso terminó. Albert te formó, en eso hay mucha verdad. Pero, Regina, no te dio el cariño y el afecto que un padre debe darles a sus hijos.

―No me hizo falta en realidad.

―Yo, quiero que sigamos siendo amigos, Regina. Pero si no quieres continuar, nada más por el hecho de que mentí para acercarme a ti, lo entiendo.

―Descuida, supongo que no tengo motivos para guardarte rencor. No lo hiciste con mala intención.

―Por supuesto que no. Cuando ocurrió lo del accidente, pedí ir a visitarte, pero mi padre no lo permitió. Había muchas personas cuidándote, y esas personas no podían verme allá porque me conocían de otra forma.

―Lo sé.

―Cuenta conmigo para cualquier cosa que necesites, Regina.

―Gracias, Shane.

Fue en un café | Bilogía Destino I | Finalizada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora