28 Fuertes revelaciones

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Después del funeral, nadie quiso probar bocado al regresar a casa.

Papá se encerró en su oficina como es muy habitual en él y Jeremiah lo siguió. Me retiro a mi habitación sin nada más que hacer. Me siento en la orilla de mi cama, perdiendo la vista en el escritorio que fue parte de cada noche de estudio.

―¡¿Eres tú, Regina?! ―pregunta Samuel desde el baño que hay en la habitación.

―Sí, soy yo ―respondo sin estar segura de si me escuchó o no.

Es curioso que estar aquí me haga sentir como si el tiempo no hubiese pasado Tantos recuerdos que guardo de este lugar. Es como si al volver, el tiempo se descongelara.

—Reggi, ¿se puede? —pregunta Jeremiah sin abrir la puerta de mi habitación.

—Sí, pasa.

—Reggi, papá me dijo que por hoy terminamos. No hay más trabajo —anuncia cerrando la puerta detrás de él.

―Venimos del entierro de mamá y ni así deja de trabajar ―reniego por su actitud que no es de extrañarse.

―Así es él. ¿Quieres que vayamos de una vez a lo del chequeo? ¿O prefieres descansar?

—No. Será mejor si lo hago ya. Le prometí a David que me checaría y no quiero preocuparlo.

—Se llama David, mi nuevo cuñado —señala caminando hacia la ventana con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, y una ligera sonrisa que me gusta ver en él, ya que mi hermano es demasiado serio y muy rara vez se le ve sonreír.

—Sí —responde Samuel al salir del baño—. Y no es tan genial como yo.

—Cállate, Samuel —ordeno rodando los ojos.

—Tener a mi hermana como su novia, lo hace genial ―defiende Jeremiah.

—No tengo argumentos contra eso en mi defensa, solamente que yo la conozco mejor que él.

—Pero no estás con ella —rebate Jeremiah girándose hacia nosotros.

—Oye, hasta hace unos años yo era el cuñado genial —discute Sam.

—Hasta que empezaste a hacer todo mal —responde mi hermano encaminándose a la puerta.

—Nadie es perfecto, Jeremiah, pero ya trabajo en eso ―promete secándose el cabello con una toalla.

—Sigue soñando —dice Jeremiah negando con la cabeza pasiblemente, como suele ser él—. Reggi. Te espero abajo entonces. Mientras llamaré a Doc.

—De acuerdo —asiento y mi hermano sale de la habitación.

—¿A Doc? Iba en serio lo que le dijiste, ¿eh?

—Es solamente para no preocuparlo, sé que no tengo nada.

—Quizá piense que estás embarazada.

—Eso no es posible ―respondo sintiendo cómo nace la incertidumbre en mi interior. No lo había pensado así, mi mente hacía fijación en alguna otra enfermedad que pudiera estarse formando en la mente de David.

—¿Ah no? ¿Por qué tan segura?

—Estoy en mi periodo ―aseguro.

—Qué alivio. No es que no quiera que tengas familia, pero preferiría que fuera conmigo.

—Tuviste tu oportunidad —confieso con tristeza—, pero lo arruinaste.

―No... Lo intentamos y no resultó —corrige, por lo que debo admitir que en parte tiene razón.

Fue en un café | Bilogía Destino I | Finalizada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora