30 Canadá

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Durante toda la noche traté de procesar toda la lluvia de información que recibí ayer. Me vi tentada a llamar a David, pero supuse que seguiría molesto.

Apenas pegué los ojos, los volví a abrir y ya era de día.

Me levanto con exasperación y me meto a dar un baño que me relaje lo suficiente como para darme el valor de ir a ver a mi padre.

Dejo caer el agua sobre mi cuerpo y me quedo parada unos momentos bajo la regadera con los ojos cerrados, tratando de encontrar la mejor solución para resolver este desastre y regresar a Michfield.

No pienso quedarme aquí.

Al abrir el armario, veo más ropa de la que traje conmigo.

Muevo los percheros y noto que es parte de lo que dejé en el departamento donde vivía con Samuel.

Sonrío al ver todos esos trajes elegantes; pero discretos a la vez. Solía vestir de esta manera. Me decido por un vestido negro que se ciñe al cuerpo, de cuello alto y mangas largas, algo sencillo, serio, pero imponente. Me seco el cabello, lo peino y uso algo de maquillaje sin exagerar.

Me miro en el espejo, embelesada en mi persona, nunca fui vanidosa, pero al verme de este modo, pareciera que me he transformado; me siento como antes. Es difícil explicar cada una de las emociones que tratan de salir al tiempo con solo observarme.

Tomo un abrigo color rojo, me lo pongo y salgo de la habitación no sin previamente dar un último vistazo en el espejo. Me encuentro con mi nana en el pasillo dando indicaciones a dos chicas de la limpieza. En cuanto me ve, les indica que se retiren.

—Nana, buenos días —la saludo al acercarme.

—Buenos días, mi niña. Te ves bellísima. ¿Dormiste bien?

—Sí, nana. ¿Papá está en su despacho?

—Sí, mi niña, sabes que de ahí es muy raro que salga.

—De acuerdo, iré a hablar con él. Y nana, también quiero hablar más tarde contigo —Su mirada me dice que parece adivinar todas las preguntas que quiero hacerle, me da una ligera sonrisa y asiente.

Ella debe saber más de lo que creo. Ha trabajado una vida entera aquí, así que, debe saberlo. Le doy un beso en la mejilla y camino en dirección al despacho de papá.

Tomo una buena bocanada de aire y lo dejo salir. Doy un par de golpes a la puerta para anunciarme, y entro.

Papá me mira inexpresivo con una tranquilidad imperturbable detrás su escritorio.

—¿Qué necesitas, Regina? ―pregunta con frialdad.

—Ver a Margaret —respondo sin rodeos al tiempo que tomo asiento.

Mi respuesta no lo altera ni un poco, por el contrario, me analiza en silencio.

―¿Motivo?

—Necesito verla.

—¿Por qué?

—Quiero hablar con ella. He pasado la noche pensando que, me fui de aquí y nunca tuve la oportunidad..., mejor dicho, no le di la oportunidad de hablar y darme una explicación.

—¿Por qué la quieres ahora?

—Porque tú pretendes quitarle a su bebé para dárnoslo a Samuel y a mí, ¡papá!, no es mercancía con la que puedas negociar. Es un ser humano, ¡es tu nieto, y tu hija!

—Una hija que me deshonró con sus acciones —acusa con la misma calma en que lo encontré—. Sedujo al estúpido de tu marido, hizo que se divorciaran y después se fue a embarazar sin casarse. Tengo una reputación que cuidar dentro de esta familia.

Fue en un café | Bilogía Destino I | Finalizada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora