34 Camino a la verdad

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—¿Por qué se lo ocultaron? —cuestiono tras haber analizado cada documento.

—Helen lo decidió así. Albert cree que ustedes son sus hijos porque ella ya estaba casada con él.

―Le fue infiel en sus narices ―burlo decepcionada de ella negando con la cabeza.

Mi padre siempre fue una persona muy dura, incapaz de demostrar sentimientos hacia quienes quiere; si es que eso puede llegar a sentir. Pero de mi madre no lo habría siquiera imaginado. Es decir, ella siempre se mostró tan unida a papá apoyando sus decisiones y aplaudiéndole sus logros, nunca nos negó cariño, pero respetaba lo que mi padre decía.

―Él se lo merecía ―responde indiferente.

―¡¿Y tú piensas qué nosotros lo merecíamos?! ¡¿Pensaron en nosotros en algún momento?! ―espeto molesta.

―Si Albert no se hubiera entrometido en mi camino de la forma en que lo hizo, las cosas habrían sido diferentes.

―¿Diferentes? ―inquiero incrédula―. ¿De qué se trataba exactamente? ¿Una venganza? ¿Por qué? ¿Por una mujer?

―No era solamente tu madre, todo lo que Albert tiene me pertenece.

―Sí, eso lo tengo claro gracias a esto ―señalo mostrando los papeles en mi mano―. No hacía falta que te presentaras, lo habría descubierto de cualquier forma.

―¿Bromeas, Regina? Albert me privó de verlos crecer. Pasé diez años de mi vida inmóvil, postrado en una cama mientras la vida pasaba y mis hijos crecían sin conocerme por su causa.

―Sí, él te puso en coma, pero tú solo te privaste del resto en el momento que decidiste meterte con una mujer casada. Albert no tiene la culpa. Él nos crio y nos educó pensando que llevábamos su sangre, porque él no sabía ni una mierda de toda esta verdad. Fue duro con nosotros, sí, y apesta, pero somos justo lo que somos ahora gracias a esa exigente disciplina.

―¿Y llamas a eso vida? Los obligó a seguir sus pasos. Dime, Regina, ¿acaso no tenías otros sueños? ¿Dónde quedó esa niña que cantaba por los rincones? Esa niña que se la vivía escondida porque si Albert la escuchaba mandaba a callarla. Yo estuve contigo los primeros seis años de tu vida. Conocí una pequeña parte de ti, y era esa parte que reaccionaba ante cualquier melodía como si todo su mundo se iluminara. Yo fui ese tío Charles, al que le confiabas tu secreto sobre la música, tema que Albert tenía prohibido escuchar de ti.

―Eres un desconocido para mí. No te recuerdo ―confieso.

Pero claro que lo recuerdo ahora que menciona esa parte que no había tomado en cuenta dentro de mis recuerdos que vagamente me hacen recordar su rostro. Retengo mis lágrimas, no necesito sentirme vulnerable, tengo que ser fuerte justo ahora.

―Yo estuve presente en tu vida, Regina. No como hubiese querido, pero planeaba llevarlos conmigo. Creí que tendrías un poco más de empatía por mí, que considerarías el hecho de escuchar mi versión, ya que Helen decidió quitarse la vida en vez de tratar de solucionar esto.

―¿Quieres que escuche tu versión? Adelante ―exijo cruzándome de brazos―. Resúmelo, porque tengo el tiempo justo para evitar que mi padre, haga una locura.

―Helen y yo, nos conocimos en la facultad de derecho, teníamos una relación estable pero discreta.

»La familia de tu madre era de buen estatus social, y la mía no. Yo me gané todo con el sudor de mi frente y con mi capacidad profesional para obtener el reconocimiento que cuesta mucho forjarse. A Albert lo conocí durante el último semestre de nuestra carrera, sus padres eran del mismo nivel social que los de Helen, eran conocidos y decidieron comprometerlos para que el Legado de los Mills continuara durante más generaciones. Yo no pude hacer nada para evitarlo.

Fue en un café | Bilogía Destino I | Finalizada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora