7 Basta una mirada

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Salgo del salón a la par que otras personas buscando con la mirada algún taxi, pero no veo ni uno solo acercarse. Así que, camino por la acera. También me sirve para pensar.

Busco mi celular dentro del bolso para ver la hora, y me encuentro con varias llamadas perdidas.

Número desconocido, debe ser Samuel..., o Shane. Una más vuelve a entrar, y decido contestarla mientras camino.

―¿Hola? ¿Eres Samuel, o eres Shane? ―pregunto intentando no arrastrar tanto las palabras.

¿Quién diablos es Shane? ―cuestiona la voz de Samuel al otro lado.

—¡Oh! Samuel. ¿Qué quieres?

Sigues evitándome.

—No. En realidad, estaba en un evento. No había visto el celular. Ni siquiera sé por qué te doy explicaciones ―respondo con fastidio.

Ya. No dejo de pensar en lo de hace rato.

—Deberías obligarte a hacerlo.

No quiero hacerlo.

—Estás comportándote como un niño.

Admito que, sin ti, más que comportarme como un niño, estoy perdido.

―Te diste cuenta bastante tarde, ¿no crees?

Las palabras pesan al pronunciarlas. Es imposible para mí ocultar que, en este momento, me encuentro vulnerable.

—¿Estás ebria? ―pregunta lo que es evidente.

—Un poco.

—¿Dónde estás?

—No lo sé ―respondo dejando escapar una ligera risa.

—No estés jugando, Regina. ¿Dónde estás? Dímelo ―ordena, pero no me intimida ni un poco―, iré ahora mismo por ti.

—Samuel. Eres un adulto. Compórtate como tal, y regresa por donde llegaste.

—No puedo. ¿Cómo te hago entender lo jodida que es mi vida sin ti?

—Tengo que irme, Samuel. Es tarde para que me digas todo eso.

—No, espera...

No lo dejo terminar, y cuelgo la llamada. No tiene sentido que le conteste si hablará de lo mismo. Guardo el celular en mi bolso, y camino riéndome en susurros sin lograr contener las lágrimas.

Como si sonreír, fuera la solución para evitar que se derramen.

Me detengo en la parada antes de cruzar la calle y, espero a que se ponga en verde. Cuando veo que por fin cambia, me apresuro al ver que un auto negro se detiene a un lado de la acera. Ni siquiera tengo que girarme para saber que es David. Su perfume se esparce por el aire en cuanto sale del auto.

Me detengo girándome hacia él mientras limpio el drama de mi rostro.

—Regina.

—Sí. Soy yo —afirmo como tonta.

Es obvio que sabe quién soy. Estúpido alcohol.

—¿Estás bien? ―pregunta evidentemente preocupado.

—Sí. Disculpa —digo acercándome a él—. Los efectos del alcohol.

―Pues, los efectos del alcohol no merecen que arruines así tu maquillaje. No vale la pena.

―¿Tan mal me veo? ―inquiero con tristeza limpiando bajo mis ojos y sobre mis mejillas. Observo mis manos manchadas por lo poco que retiré.

―Mal, no. Dolida, sí.

Fue en un café | Bilogía Destino I | Finalizada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora