Capítulo 2

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Ringo era una gata bastante tonta, es por eso que se metía en problemas bastante seguido. Solía urgar en la basura en busca de juguetes con los cuales jugar, juguetes de Matt principalmente, los cuales Tom aveces desechaba para que no invadieran toda la casa, juguetes coloridos, con olores fuertes y dulces, algunos ruidosos. Solía andar por las calles y casas cercanas, presumiéndolos, caminando por las paredes de los vecinos y molestando a algunos perros del vecindario, hasta que molestó al perro equivocado.
Mientras Ringo jugaba cerca del callejón, unos perros la vieron, y no dudaron en sacarla a correr. Torpemente, ella trató de huir, se metió en el callejón y entró a un contenedor de basura para poder esconderse, pero lograron verla. Los perros saltaban hacia el contenedor, querían alcanzarla y morderla, Ringo se sentía aterrada entre tantos ladridos, gruñidos y mordidas al aire, por lo que decidió maullar y gruñir con fuerza, rasguñando los hocicos de los canes, haciéndolos enfadar más. Uno de ellos logró subirse a la basura, Ringo saltó hacia una ventana cercana, pero ese perro -uno de raza no definida, color marrón- logró morder su pata y tirarla al suelo. Se defendió con lo que pudo, los perros le ladraban y querían morderla, se defendía con todas sus fuerzas, hasta que se escucharon pasos rápidos y golpes. Cuando la gata dejó de estar rodeada por la jauría, corrió hacia lo más profundo del callejón, escondiéndose entre unas cajas.

—Hey, tranquilo, no te haré daño...— era un chico, masomenos de la altura de su dueño, un poco más bajo. Extendía sus brazos hacia ella, dejando caer un palo de su mano, con el cual había golpeado y espantado a los perros que la atacaban anteriormente. Esos 4 se habían ido chillando, atropellándose entre sí, pero no le temían al palo, sino a quien lo portaba.

Ringo no sabía si confiar en ese hombre o no, por lo que cuando acercó su mano a ella, la arañó rápidamente. El hombre retrocedió, se quejó y revisó su mano, pero no la golpeó, sólo se sentó a esperar que saliera. — está bien, me quedaré aquí hasta que te sientas seguro.—  tomó asiento al lado de un contenedor, dejando un pequeño bocadillo frente a la gatita asustada. El olor era atrayente para ella, así que pasados unos minutos, dio algunos pasos torpes por sus heridas, olió el bocadillo y comenzó a comer, dejándose ver mejor. — ¿Ringo? —Tord estaba sorprendido, y la gatita también. Cuando terminó de comer, olfateó a Tord y se frotó contra él, dejándose cargar. —por dios... mira cómo te lastimaron...— pronto, se oyeron gritos.

Tord volteó, con la gatita en brazos, logrando ver a Edd, que se acercaba. Estaba nervioso, tenía miedo de cómo reaccionaría Edd ante su presencia, Ringo quiso acercarse, pero como estaba herida, cayó y se golpeó con una lata, la cual rodó hacia Edd. Cuando él se acercó, Tord se armó de valor.

Se puso de pie, y con el corazón en la mano, se acercó a Edd. —Hola otra vez, viejo amigo...—

....

—¿T-Tord?— Edd estaba paralizado, no sabía cómo reaccionar, miró a Tord, analizó su rostro. No era el mismo que antes, la mitad de su rostro estaba quemado, llevaba ropa normal, pero no su sudadera roja de siempre, más bien, ropa casual negra, y su brazo derecho era un brazo robótico color rojo.

—Edd, yo...— Tord quería explicarse, quería hablar con Edd de manera calmada, pero Edd no dudó en apuntarle con su arma, desde el suelo.

—¿Q-qué haces aquí?— se oía asustado, pero trataba de verse lo más fuerte posible. —No tienes derecho a aparecerte en mi puerta, no otra vez.— fruncía su ceño, pero más que enfadado, se veía decepcionado, triste.

—l-lo sé, yo sólo...— fue interrumpido por un maullido, una gata coja se acercó hacia los dos, saltando a los brazos de Edd, quien la recibió de brazos abiertos y soltó su arma, dejándola caer al piso.

—¡Ringo, aquí estabas! Me tenías tan preocupado...— la alejó un poco, logrando ver su herida en su pata y otras partes de su cuerpo. Ringo maullaba con tristeza, no sé sentía bien, su cuerpo dolía. —Tú... ¡¿Qué le hiciste?!— volvió a tomar su arma, apuntando al rostro de Tord, quien levantó las manos, mostrando su inocencia.

AmbivalenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora