Capítulo 28

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Música fuerte, tanto que aturdía. Dos ebrios bailaban en la pista de baile, y reían a carcajadas por la torpeza del otro. Tropezaban y hacían pasos bobos de baile, incluso chocando con las personas de alrededor.

Luego, cantaron canciones, a gritos. Se abrazaban y saltaban con la música del DJ, que les seguía la corriente al alma de la fiesta, Thomas y Tamara.

Cuando se aburrieron de bailar entre sí, molestaron a los demás con bromas, incluso coqueteaban con las personas ajenas a ellos, pero fracasaban por su terrible estado de ebriedad.

Era loco, porque al principio, la idea de Thomas era mantenerse sobrio para cuidar a Tamara, pero no pudo evitarlo, y dió un trago inocente. Luego dos, tres, y al final, terminó vomitando en el retrete de un baño.

No comprendía en qué momento había terminado allí, sólo sabía que su cabeza le dolía, y alguien se mantenía arrodillado al lado suyo, sosteniendo su ropa y su cabello mientras él vomitaba litros y litros de Smirnoff, ácido estomacal, y algo de comida.

Era ácido, doloroso, y su cabeza daba mil vueltas. Cuando giraba un poco, sentía que había girado al menos cuatro vueltas completas, y estaba tan desconectado de que realidad que nisiquiera recordaba qué día era, ni cómo había llegado a aquella situación. Su cuerpo y su mente no funcionaban en lo absoluto.

Respiró agitado, con su cabeza aún metida en el retrete, escuchando que alguien le hablaba. No sabía quién era, tampoco se lo puso en duda, simplemente trató de comprender para poder responder, pero carajo, se escuchaba tan lejana esa voz...

—¿E-eehh?— preguntó, dejando su boca abierta por si le daban ganas de vomitar otra vez.

— Que si ya te sientes mejor. — otra vez, esa voz desconocida.

— Ahh, Ajá...~

En un movimiento, que a su parecer fue demasiado brusco, terminó sentado, y apoyado contra la pared.

Su cabeza estaba caída, así que no logró ver a quién lo sostenía, pero llevaba borcegos, y jeans negros. Entonces, asimiló que era Tamara, y se sintió aliviado, pero también, avergonzado, por cómo limpiaba el vómito de sus labios con un papel.

— Eres realmente un idiota.— sonaba molesta.

— Huh...~ L-Lo sien-to...~— mierda, le costaba mucho modular. —No lo volveré a hacer...~

— Deja de mentirte, Thomas. Estás enfermo, de verdad.

Todo volvió a moverse rápido, Tamara lo obligaba a levantarse, y le sorprendió la fuerza que ella poseía derrepente. —¡Uff!— exclamó, sorprendido. — que músculos... golpéame, a ver...~— soltó una risa boba.

Se sentía realmente tentado de ser dominado por aquella mujer. Si su ex hubiera sido ella, no le hubiera molestado que le diera una buena bofetada. Incluso, le hubiera rogado que lo ahorcara.

— Cierra la boca, imbecil.

Tom logró ver que el suelo se movía, estaba caminando hacia algún lado. Y al parecer, Tamara no estaba de muy buen humor. — Cállame, amor...— volvió a tontear, como había venido haciéndolo toda la noche.

—¿Qué te parece si te hago gritar? ¿No crees que sería mejor?

No supo identificar si Tamara estaba siendo sarcástica o realmente le coqueteaba, pero decidió creer que era la segunda opción.

— je-je~ gritaré tu nombre y todo~

Entonces, fue lanzado contra una cama, cayendo boca abajo. Se sintió aturdido por el golpe, así que se dio cuenta algo tarde de que sus pantalones estaban siendo retirados. Entonces, volvió a reír y se puso boca arriba, mirando el techo. Se veía borroso, oscuro.

AmbivalenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora