Capítulo 30: Cuando las luces se apagan.

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La noche transcurrió con algo de tensión. Tord y Thomas decidieron dormir juntos como lo habían planeado, pero dándose las espaldas. Ambos tenían mucho en qué pensar.

Mientras la cabeza de Thomas daba vueltas, sus párpados se cerraban por el cansancio. En cambio, Tord, miraba la habitación, oyendo el viento golpear contra la ventana, la respiración de Tom, sus propios latidos, y el sonido de las sábanas deslizarse sobre su piel cuando se movía.

Tord sentía que Thomas no lo comprendía. Había sido totalmente egoísta durante todo ese tiempo, ocultando lo que le ocurría como el puto Mentiroso que era. Y a su parecer, era ridículo hacerlo.

Cuando sintió la respiración de Tom más lenta, fue cuando se dio cuenta de que finalmente, se había dormido. Entonces, aprovechó para levantarse y abrir la ventana.

Se sentó en el borde, sacando una pierna afuera y se apoyó contra el marco, mientras metía un puro en su boca y cubría el otro extremo para taparlo del viento y poder encenderlo.

Mientras las chispas del encendedor iluminaban su rostro, alguien más acechaba a lo lejos, pero no lo notó hasta que el puro se prendió, y el viento arrastró el humo lejos.

Inhaló con sus labios, sus pulmones se llenaron, y se sintió más calmado y embriagado casi al instante.

Mientras mantenía el humo en sus pulmones, decidió mirar el paisaje. El piso en el que se encontraba era algo alto, y tenía buenas vistas. Las calles iluminadas, algunos autos que pasaban, los árboles sacudiéndose por el viento, y las partes sin luz, demasiado oscuras por el contraste que generaban los faroles.

Entonces, el viento tocó su nuca, y su cuerpo se estremeció. En ese mismo instante, sus ojos se desviaron hacia un callejón a lo lejos, y su vista se clavó en una zona exacta de la oscuridad.

Sus pupilas se dilataron para adaptarse a la poca luz de aquel callejón a lo lejos, y por alguna razón, no podía despegar la mirada de ese punto exacto.

Lo sabía, alguien había ahí. Y no sólo eso, lo vigilaba. Y juraría que, en ese mismo instante, aunque se encontrara a metros de distancia, estaban haciendo contacto visual.

Sintió los vellos de su cuerpo erizarse, y sus ojos se abrieron más. Después, la tirantez se redujo, y se dio cuenta de que esa persona se había ido.

Cualquiera diría que Tord era un paranoico, que creía cosas absurdas, y que era un perseguido, pero no era así. Si supieran las veces que había acertado cuando lo seguían u observaban, no creerían eso. Los únicos que comprendían aquel comportamiento suyo, eran Paul y Patryck, aunque les costó tiempo hacerlo.

La pregunta que comenzó a rondar en su mente... ¿Quién era esa maldita persona? Y ¿Qué busca?

Cuando su puro se consumió hasta casi quemarle los dedos, lo lanzó afuera, volvió a entrar, y cerró la ventana, junto con las cortinas. Lo malo para él, fue que aquel extraño encuentro le quitó el sueño que el puro había intentado recuperar.

Volvió a acercarse hasta la cama y poco a poco se metió en las sábanas, procurando no despertar a Tom, que dormía plácidamente contra la pared, desprendiendo un calor abrazante, tanto que incluso las sábanas se mantenían calientes.

Se hundió en el calor, y su piel se erizó por el cambio de temperatura. Luego, volvió a mirar el techo a escuchar los sonidos de su alrededor, hasta que volvió a oír las sábanas rozarse, y sintió movimiento a su lado.

— Hum...~— Tom se quejó entre sueños, y giró su cuerpo, quedando contra el brazo de Tord.

Apenas Tom comenzó a moverse, el calor se extendió hacia su propio cuerpo, y aumentó una vez que sus pieles hicieron contacto. Se quedó estático, oyendo suspiritos por parte de Tom, mientras sentía cómo encerraba su pierna entre las suyas, pasaba su brazo sobre su abdomen y lo aferraba con fuerza, tratando de esconder su rostro contra su cuello.

AmbivalenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora