Capítulo 33: El Resplandor que Me Guía

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La lluvia no era problema para Tamara. Vivía tormentas peores en su dimensión, en peores condiciones, con menos abrigo, y teniendo que esquivar disparos mortales. Así que, un poco de agua y viento, no eran nada para ella.

Los taxis no circulaban, así como los buses. Pero, los trenes funcionaban a la perfección, y decidió tomar uno a larga distancia. Debía salir del país, y como ya tenía varios documentos falsificados, no fue muy difícil comprar el pasaje.

Tomó asiento al lado de la ventana, observando la carrera de gotas en el vidrio, y la cantidad de niebla que hacía ver mucho más tétrica aquella estación.

Pronto, un pitido, y las puertas del tren se cerraron, aumentando los nervios de Tamara. No tenía real conocimiento de a dónde iba, no sabía si su plan funcionaría, y de fracasar, sabía que no volvería a casa con vida.

Su pierna temblaba, subía y bajaba con rapidez, y su talón golpeaba el suelo con bastante frecuencia y constancia, mientras que una de sus manos era llevada a su boca, y sus dientes mordían los costados de sus dedos, al no tener más uñas que morder.

El tren estaba vacío. Las luces eran demasiado blancas para su gusto, y por más que estuviera sentada sola, acompañada a su mochila, se mantenía pegada a la ventana, con rechazo hacia todo lo demás.

Por favor, Tori, espero no equivocarme en esta...

Ya se imaginaba lo que diría de estar ahí con ella.

Había reflexionado sobre su plan en el camino. Si todo era casi igual a su dimensión, entonces, la armada roja debería estar ubicada en el mismo lugar ¿Cierto? El mismo escondite de siempre, las mismas contraseñas, y probablemente un método de seguridad menor al suyo, ya que, al parecer, su tecnología no era tan avanzada. Lo supo al tener que utilizar una llave para entrar a su nuevo departamento y no su huella dactilar, ni reconocimiento de retina.

A parte, el tren seguía moviéndose en vías de tren, aburridas, y ruidosas. Y los autos eran a combustible, sólo un par eran eléctricos.

Carajo, detestaba toda esa dimensión. Era como vivir en el 1800, a su parecer.

Realmente, un mundo que aún no había sido conquistado por Tord, era aburrido. ¿Qué había retrasado tanto sus planes? Tori era como un terremoto, un tornado. Nunca paraba, siempre crecía y avanzaba, trabajaba duro por cumplir su sueño. Pero, este Tord, era un puto vago. Su armada ni siquiera aparecía en Google, y eso que, en esta dimensión, ese era el buscador más actualizado.

Se dispuso a mirar por el paisaje, mientras repasaba el plan por su cabeza, tratando de convencerse de que no era algo sumamente estúpido.

Si la armada roja era la misma, entonces, de seguro recopilaban información de todo el mundo. Cada suceso, cada parte de la historia, secretos de los líderes mundiales, cualquier información que le viniera bien.

Aunque, su objetivo principal, lo tenía bien claro.

Quería saber más sobre Thomas. Más bien ¿Qué sabe esta dimensión sobre él? ¿Saben más que nosotros? Y si así es ¿Su información es más relevante que la nuestra? ¿O menos? ¿Acaso saben lo realmente importante aquí?

Sabía que, de seguro, ella y las chicas estaban siendo investigadas por la armada. Lo sabía, porque Tori solía investigar a cada persona que Tamara conocía fuera de la armada, hasta saber todo sobre esa persona. Fecha de nacimiento, edad, familia, grupo social, estudios, domicilio, cuentas bancarias, trámites realizados, documentos, lugar de trabajo, rutina diaria, ideas políticas. Y, si algo no le gustaba, pues... las cosas se ponían complicadas.

Suponía que Tord sería mínimamente similar. Sabía que esperaba despierto a Tom cuando salía, si se tardaba iba a buscarlo, como el día del intento de secuestro. Y, si estaba en lo correcto, entonces, ella ya estaba siendo investigada. Y, muy seguramente, Paula y Patricia igual.

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