Patryck y Paul se conocían desde que eran unos simples y estúpidos adolescentes. Amaron cada minuto que vivieron juntos, cada circunstancia por más peligrosa y triste que fuera, claro, luego de declararse su amor. Cumplían con su promesa "Hasta que la muerte nos separe", aunque aquel acuerdo no hubiera sido pactado frente a Dios. Ninguno de los dos creía en él. Ambos eran conscientes de que, de existir un dios, sería un completo inútil, o un maldito cínico adicto a la destrucción, con complejo de héroe. Aunque, muchas veces, en el campo de batalla, deseaban que existiera un dios que se apiadara de sus vidas, y de la de sus compañeros.
Ambos sufrieron en un inicio, durante la secundaria se hicieron daño entre sí, pero aprendieron de ello, crecieron, evolucionaron y se enamoraron. Como consecuencia, quedaron completamente solos contra el mundo. Sabían que, si se tenían entre ellos nada más importaba. Pero, las personas a su alrededor harían hasta lo imposible para poder separarlos.
En aquel intento fallido por alejar a Paul de su amor verdadero, inscribiéndolo en el ejército, Patryck deseó encontrarle un sentido a su vida, un lugar al que pertenecer, que no lo rechazara, que no lo abandonara como Paul lo había hecho. Quiso seguir a su amor hacia aquel infierno al que había sido condenado, y al no encontrarlo donde se suponía que debía estar, se desesperó. Ya no tenía otro lugar a dónde ir, y no había forma de salir del ejército para buscar a su amor por otro lado.
¿Dónde estás, Paul? ¿Por qué no estás aquí?
Fue en ese mismo instante, donde quedó desnudo frente a las circunstancias, en el que Patryck encontró lo que buscaba: algo más. Se esforzaba por sobrevivir, hasta que se dio cuenta de que aquel lugar no era tan malo. Nunca lo tomó como un juego, sabía que el ejército era cosa seria, pero logró encontrarle el gusto al sufrimiento que vivía allí. Correr, ensuciarse, romper sus propios límites físicos y desafiarse a sí mismo se volvieron su pan de cada día, y sirvieron como una buena distracción. Su cuerpo y su mente cambiaron, hasta convertirlo en alguien completamente diferente. Si, había perdido al amor de su vida, había fracasado en su búsqueda, pero encontró de qué sostenerse para no hundirse en su propia depresión.
¿Quién diría que al final el ejército no era algo tan malo?
Su cuerpo generaba endorfinas con cada ejercicio que hacía, cada esfuerzo que lo llevaba a desgarrarse los músculos para fortalecerlos, que, aunque doliera, su mente se mantenía despierta, tan alerta y alterada que no podía concentrarse en nada más que no fuera progresar, sudar y disparar.
Con el pasar de los meses, se convirtió en el mejor de su pelotón. Y así, su más grande deseo cambió. Ya no quería que la gente lo aceptara, eso no le importaba. Si le caía bien o mal a alguien poco le importaba. Trató con tantas fuerzas de adaptarse a aquel terrible lugar, que su misma mente se retorció hasta poder aceptar y disfrutar su nueva realidad. Su nuevo y mayor deseo, era el ser reconocido. ¿Por qué caerle bien a las personas? disfrutaba ser envidiado. Sólo necesitaba que le hicieran caso, que siguieran sus órdenes, volverse poderoso y hacer sufrir a sus soldados tal como lo hicieron con él, pisotearlos para demostrar quién era el más fuerte ahí. Si su personalidad no les agradaba, entonces, simplemente les demostraría por qué era y seguiría siendo el mejor. Con esfuerzo, alcanzó un puesto alto en aquel lugar, y se sintió realizado. Si Patryck tenía un puesto alto, su supervivencia y reconocimiento estaban asegurados. Darían la vida por él y no tendría que seguir las órdenes de ningún idiota incompetente que lo usara como un tapete embarrado en el corral de los cerdos.
Dejó de buscar a Paul, y cuando menos lo necesitaba, él apareció. Su mundo se detuvo, pero su antiguo yo no salió a la luz. Paul era un soldado más al que debía entrenar. Fingió no conocerlo, y por la cantidad de años que habían pasado desde su separación, Paul creyó que tal vez ya no lo reconocía, aunque el que más cambiado estaba era él. Había ganado altura, ya no era un flacucho débil de último año al que sus amigos disfrutaban molestar y burlar, era todo un hombre.
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Ambivalencia
FanfictionThomas no extrañaba el olor a tabaco durante las noches de insomnio, siempre se le hizo un olor asquerosamente fuerte, detestable. Hacía arder su nariz con fuerza, es por eso que cuando volvió a sentirlo, sintió que su mundo se paralizaba. Era un ol...