Capítulo 36: La mano que te da de comer.

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Matt, Tom y Edd, se fueron de aventura a la tienda de mascotas, dejando al pequeño conejito solo en la casa, encerrado en el baño para evitar cualquier catástrofe.

El viaje en bus hacia el veterinario sería largo.

- ¿Qué debería comprarle? Nunca he tenido una mascota. - Tom observaba su celular, pasando algunas publicaciones de personas que vendían accesorios para conejos.

Edd, a su lado, echaba un ojo, tratando de darle algunos consejos. - Bueno, nunca tuve un conejo, pero sé que son catastróficos.

- Ohhh, claro, porque tu divina gatita Ringo no lo es. - Rodó sus ojos, con molestia.

- Por supuesto que no, ella es GATAstrófica - Bromeó, con una gran sonrisa en su rostro.

Hubo un largo silencio, en el que Tom trató de encontrarle el chiste, y miró con decepción a su amigo por la idiotez que acababa de decir.

El silencio se rompió por una carcajada a sus espaldas. - ¡JA! ya entendí. - Matt se asomó entre los dos asientos, observando a sus amigos.

- Tus juegos de palabras son cada vez más terribles.

- Oigan ¿Por qué yo siempre tengo que ir atrás? ¡Cuando teníamos el auto, era lo mismo! - Protestó, y se tambaleó cuando el autobús pasó por una roca.

- El auto... - Edd suspiró, nostálgico. - Cómo extraño el auto... - Miró por la ventana, observando a los autos de las personas que conducían por la calle.

- Pff, para mí es lo mismo con y sin el auto. - Se encogió de hombros. - De todos modos, nunca me dejaste usarlo.

- Porque manejabas ebrio, Thomas. - ¿Y eso qué? tú manejabas sobrio y lo destrozaste igual.

- A mí me hubiera gustado manejar el auto. - Matt admitió, con una sonrisa en sus labios.

- Ni siquiera sabes andar en bicicleta ¿Cómo esperabas poder conducir un auto? - Volvió la vista a su teléfono, buscando algún artículo que hablara sobre el cuidado de conejos, pero eran puros artículos de granja.

Se cruzó de brazos, algo molesto. - Las formas de manejo son distintas, la bicicleta me aterraba de niño.

- Si no aprendiste a andar en bicicleta por miedo ¿Qué te aseguraba que no tendrías miedo de andar en auto también? - Edd giró hacia el pelirrojo, con curiosidad.

- ¿Sabían que los dientes de los conejos crecen como las uñas del ser humano? Por eso roen, para limarlos. - Mostró algunas fotos de dientes de conejos, comprobando el dato que acababa de leer.

- Era pequeño cuando mi madre quiso enseñarme a andar en bicicleta, pregúntale a mi yo del pasado por qué le aterraba tanto. - Se encogió de hombros, despreocupado.

Ante eso, Tom guardó silencio por un rato, y su mirada se perdió en el aire, mientras los otros dos hablaban.

- ¿No es raro? - Los interrumpió, y miró por la ventana del autobús. - Hay tantas cosas que de pequeños nos aterraban tanto... y hoy en día ¿No parecen ser más estúpidas?

Los dos amigos que estaban al borde de la discusión oyeron la profundidad en las palabras de Tom, algo no tan casual en él.

- Es como si... Una vez que miras hacia atrás, comienzas a valorar más el presente. Como si nos diéramos cuenta de lo mucho que crecimos en el camino. Todo... parece tan insignificante cuando creces y pasas en altura a tus problemas del pasado... que te enseña a que, en algún momento, es mejor dejar de aferrarse a eso.

Edd y Matt, observaron shockeados a Tom, y luego se miraron entre sí, con sus bocas abiertas.

- Creo que... es cuestión de entender que todos en algún momento todos fuimos pequeños y cometimos errores para poder sanar y continuar creciendo. Perdonar a los que nos hicieron daño, y comprender eso, que todos estamos viviendo nuestra vida por primera vez, y es normal equivocarse.

AmbivalenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora