Capítulo 5

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-¿Cómo está Ringo?- Edd le preguntaba al veterinario.

Habían tenido que dejarla internada, por sus heridas y para ver si tenía rabia. Lo bueno, es que tenía sus vacunas al día, y la curación que aplicó Tord en la gata, había funcionado bastante bien.

-Está estable, pero queremos tenerla en observación unos días para estar seguros.- la voz del veterinario era profunda, era un anciano, pero bastante amable y bien mantenido.

-Genial... Muchas gracias. ¿A quién le damos el dinero?- Edd daba unas últimas caricias a su gatita, quien descansaba con sus ojitos cerrados.

-A la secretaria, porfavor. Puedes dejarle tu número de teléfono también, te llamaremos cuando puedas venir a buscarla.- hablaba con calma, logrando tranquilizar a ambos chicos presentes.

-Gracias, señor...- sonreía, retirándose de la habitación para ir con la secretaria.

-¡Si! ¡Gracias, señor!- gritó alegremente Matt, corriendo tras Edd, quien le entregaba el dinero a la secretaria.

El tratamiento era bastante caro, es por eso que Tom había vuelto a la casa anteriormente, para buscar más dinero. Aunque bueno, luego del desastre que se armó, no pudieron buscar nada hasta que no se deshicieron del problema.
De haber sabido Edd que Tom iría a buscar más dinero, lo habría detenido para que no viera a Tord, pero como él estaba acompañando a Ringo y fue Matt quien se quedó en la sala de espera con Tom, no pudo.
Las intenciones del de ojos negros eran buenas, cuando vió lo que pagaban los demás que llevaban a sus mascotas, se preocupó y se fue para buscar más dinero en su departamento y luego en el de Edd, con su copia de la llave. Apenas Edd se dio cuenta de que Tom no estaba con Matt, se subieron al auto y fueron lo más rápido posible a la casa, pero llegaron tarde.

En fin, esperaban que Tord y Tom no se estuvieran matando entre sí. Cuando llegaron a casa luego de ir al veterinario -y luego de lo ocurrido en el hospital- se sentaron en el sofá de Edd a ver películas, comiendo palomitas.

....

-Oye, Idiota.- trataba de llamar la atención del de sudadera azul, quien caminaba sin mirarlo, lo ignoraba totalmente. -Oye- otra vez, fue ignorado. -Bola de boliche.-

-Ugh... ¿Qué mierda quieres?- metía su única mano útil en el bolsillo de su sudadera, sacando su cantimplora para poder beber.

-Me aburro.- picaba el brazo izquierdo de Tom, para molestarlo.

Los piques en su brazo hacían que se moviera, provocando que no pudiera beber bien de la cantimplora que bebía. -Ya, déjame.- se alejó, dando un profundo trago. Quería romperle la cara, pero estaba completamente en desventaja.

-Háblame de algo.- seguía picando su brazo.

-No tengo nada de qué hablar contigo, pequeña mierda.- lo empujó con su brazo, para poder seguir caminando tranquilo.

-No me digas pequeño, crecí, estoy a tu altura.-

-No hablaba de tu altura.- sonrió levemente de costado, dando otro trago a su cantimplora, hasta que fue interrumpido por un puñetazo en su cara, cayendo al suelo. -¡Mierda!- tocó su mejilla izquierda, volteando a ver a Tord. -¿¡Qué carajo te pasa!?-

-¡Lo mismo pregunto, idiota!- estaba realmente molesto, con sus mejillas rojas de vergüenza e ira.

-¡No quería que volvieras!- se puso de pie, con algo de dificultad.

-¡Me importa una mierda! ¡Yo tampoco quería volver a verte!- pateó la cantimplora de Tom, que aún se encontraba en el suelo, mandándola lejos.

- ¡¿Y para qué volviste entonces?! ¡Retardado de mierda!- se acercaba a Tord, de manera amenazadora.

AmbivalenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora