Capítulo 22

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¿Alguna vez huyeron de casa? ¿O hicieron algo que sus padres no querían? Como salir de fiesta y embriagarse, fumar un cigarrillo con tus amigos, o simplemente escaparte en la madrugada para caminar, o decir que te vas con una amiga o amigo, y verte con tu amante a plena luz de la luna.

Es una combinación entre nervios y emoción que te invade al momento de cruzar el umbral de tu casa, o tocar esa botella de alcohol, o inhalar el humo de ese cigarrillo que prometiste nunca tocar. Lo peor, es que es mucho más emocionante sentir que cometes un crimen, a sentir que estás haciendo algo bueno, como aprobar tus materias o ayudar a tus padres con los quehaceres del hogar.

Lo que uno suele hacer en secundaria, es dejarlo todo a último momento, ignorar la tarea por el estrés que causa, y ser un mal ejemplo a seguir, por buscar esas emociones fuertes que tanto amas.

Y eso no es lo único, porque al fin y al cabo, algo tan bueno te termina afectando. Puedes terminar siendo un alcohólico, drogadicto, fumador, un criminal, un adicto. Y la culpa de eso, no desaparece jamás. Porque cuando tenés que ver a tus papás a la cara, y contarles lo que hiciste en la casa de tu "amiga", Mientes con tal facilidad, que te hace querer llorar, y golpearte a vos mismo, por mentirle a tu familia.

Es por eso que un adolescente, normalmente, suele sentirse mucho más cercano a sus amigos. Porque lo entienden, lo adoran, y lo acompañan en esas mentiras y travesuras.

Pero, esa culpa se vuelve a presentar cuando tus amistades se dividen en dos: buena influencia, y mala influencia. Ya no podes contarle a tus amigos buena influencia lo que hiciste en el fin de semana, la cantidad de alcohol que bebiste, las cajas de cigarrillo que te bajaste, las veces que tuviste sexo en lugares remotos, o cómo te escapaste a las tres de la mañana para besarte en la esquina con ese amigo tan mala influencia. No les cuentas, porque no sabes lo que dirían. Y aunque lo supieras, de seguro no sería nada bueno. Te regañarían, y te rechazarían. Te comenzarían a ver cómo un instruso en el grupo, y comenzarían a aislarse de tí.

Pues, así era como se sentía Thomas, y no le agradaba en lo absoluto.

Cada vez que Tord tenía oportunidad, lo acariciaba, besaba, o desnudaba, incluso golpeaba a su voluntad cuando peleaban. Y lo que más odiaba, era disfrutarlo.

Se besaban con furia, porque Tord era tan jodidamente caliente y violento a la hora de besar, que Thomas se enfadaba. Eran guerras de besos y caricias, por ver quién le arrancaba la ropa a quién, y cuál de los dos dominaría en la cama. Lamentablemente, los estuvieron interrumpiendo mucho, y sólo llegaban a masturbarse entre sí y manosear cuando nadie los veía.

Era una aventura, una aventura eufórica, donde ambos se sentían como criminales por estar haciéndolo. A Thomas le excitaba, su cuerpo se calentaba cada vez que veía a Tord, y eso estaba tan fuera de lugar que incluso se sentía culpable de estar haciéndolo.

Y no sólo eso, sino que una de las razones por las que se sentía tan fuera de lugar, era que no podía comentarlo con Matt y Edd. Y como no tenía más amigos que ellos dos, no se podía hacer mucho. No sabía con quién comentarlo, porque Tord lo estaba llevando a la perdición.

Lo rodeaba con sus brazos, y con esas caricias tan sumamente obscenas, lo arrastraba hacia la oscuridad de la habitación, y lo usaba a su voluntad.

Y Tom sabía que por más que se resistiera, Tord no lo soltaría, porque él podía ver mucho más allá del exterior de Thomas, y comprendía, que por más que sus brazos trataran de alejarlo, o corriera su rostro ante los besos, Thomas quería continuar.

No entendía si eran sus creencias religiosas lo que lo detenían, pero no le importaba. Por su parte, se sentía molesto por ser siempre interrumpidos por Matt, por Edd, o algún vecino. Quería matar a alguien, necesitaba desquitarse, porque detestaba que Thomas frenara cada vez que oía un ruido externo o las voces de sus amigos. ¿Qué tanto quería ocultar?

AmbivalenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora