Capítulo 26

349 31 100
                                    

Pasos rápidos resonaban en aquellos pasillos largos, con una interminable cantidad de puertas en lo largo y ancho. Las luces blancas iluminaban aquellas paredes y suelos del mismo color, y algunas variantes de este, como el gris, que cubría de la mitad de la pared hacia abajo.
En las puertas, placas plateadas con números y letras color negro, indicando el número de habitación, o la función de esta.

Junto con los pasos apresurados, indicando una caminata urgente, algunas hojas eran revisadas de igual manera, deslizándose en una pequeña tablita de madera con un gancho que las sostenía. En ellas, precios dibujados, con largos textos y cuentas para hacer.

—¡Señor!— alguien siguió aquellos pasos, tratando de alcanzar a aquel hombre de buen porte, que se veía de muy mal humor.

—Ahora no.— su voz fuerte, indicaba su poca paciencia de ese día, y su concentración en aquellos papeles.

Corrió uno de los mechones que caían frente a su rostro, y sus orbes dorados seguían fijos en aquellas hojas frente a él, mientras el hombre de al menos unos cuarenta y cinco años, de menor altura, movía sus piernas cortas con rapidez para poder seguirle el paso.

—¡P-Pero señor, tiene que leer esto!— sacudía una tablet frente a aquellos ojos brillantes, que lo esquivaron rápidamente.

— Dije que ahora no.— mierda, Patryck estaba cansado de que no lo respetaran, ni a él, ni a su autoridad.

El contrario, acomodó sus lentes, con su respiración agitada por correr, mientras su bata de doctor se sacudía detrás de sus talones. —¡Lea, es urgente!

—¡Que ahora no!— su paso frenó de golpe, y el insoportable científico chocó contra aquella fuerte espalda, cayendo al suelo rápidamente.

Mientras balbuceaba incoherencias con desesperación, tanteaba el suelo, buscando sus lentes cuadrados y pequeños por el suelo.

—¡L-Los estudios! ¡Nos revelan cosas! ¡lo he descubierto! ¡Tiene que leer esto, señor, se lo suplico!— sus manos, peludas y temblorosas, manosearon las cerámicas frías, esquivando aquel par de lentes con bastante idiotez

La vena en la frente de Patryck saltó con furia, y con su pie y algo de asco, pateó los lentes hacia los dedos cuadrados del hombre, que rápidamente los tomaron. Se los colocó con torpeza, y se levantó del suelo, casi dejando caer su tableta.

—¡Es urgente, muy urgente e interesante a decir verdad!

— Bien, habla. Te doy 10 segundos, y ya perdiste cuatro.— Aún con aquella tabla con hojas en su mano, se cruzó de brazos, y frunció su ceño.

Su figura se veía mucho más grande, superior. Aquel científico se sintió aterrado ante la idea de ser observado de esa forma, y tragó grueso antes de hablar. O bueno, antes de balbucear.

—¡O-Okey! Bueno, seguro usted sabe que el líder rojo ha mejorado los establecimientos dirigidos a la ciencia ¿Verdad? Ha renovado las máquinas viejas, creando su propia tecnología avanzada ¡Una hazaña realmente admirable!

—¡Ve al punto, Bob!— su paciencia realmente se estaba agotando.

—¡Si, si, a eso voy! Bueno. El otro día, estaba tomando un café cortado, porque el café puro me ablanda la tripa. Quería mantenerme despierto durante la noche, ya que, tuve que vigilar el nuevo radar durante toda la noche. Llevaba 37 horas sin dormir, ahora son 40 horas, 20 minutos y 14 segundos. 15, 16, 17...

—¡BOB!— alzó la voz, y algunos hombres y mujeres de bata, voltearon a ver, bajando la velocidad a su caminata hacia su destino.

—¡Espere y escuche atentamente! Bueno, resulta que, el café no hizo efecto. En un momento, dejé de mirar el radar y me quedé dormido en mi escritorio. ¡Fue entonces, cuando una alarma me despertó! Creí que era una falla por el material nuevo, o que el radar había captado algo de aquella habitación 89 donde siempre hacen experimentos con radiación...

AmbivalenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora