🔥CAPITULO 8🔥

1.9K 195 4
                                    

SIN EDITAR

😈<<{Alina}>>😈

Llegamos a un lujoso restaurante, Piers da la vuelta al carro para ayudarme a bajar, su mano se apoya conscientemente entre mi espalda baja y medio, alejado de mi trasero para no ser vulgar, él nunca lo sería, entramos al restaurante y nos guían a una mesa en el centro del establecimiento, no es la que a mí me gusta, tampoco se lo voy a decir.

Me ayuda a sentarme con una radiante sonrisa en el rostro y se sienta frente a mí, sus intensos ojos café brillan con anheló cuando me ven y me sonrojo un poco por ello.

Piers: Eres tan hermosa que mis ojos duelen al verte.

Es el halago más raro que haya escuchado, pero me sirve igual.

Estoy loca, no puedo aceptar estándares normales en una persona.

Alina: Gracias, supongo.

Su risa ronca envía una corriente eléctrica por todo mi cuerpo, mi vellos se erizan y mi corazón se pierde dos latidos, es jodidamente erotica.

El mesero se acerca para entregarnos los menús, no es necesario que lo vea, se lo que hay, se lo que quiero, pero lo tomo para no ser descortés, soy una perra, más nunca lo seré con personas inocentes, ellos no tienen la culpa de las mierdas del mundo.

Piers: ¿No verás el menú? —niego— ¿Sabes que quieres? —asiento— bien entonces pidamos.

El mesero toma nuestros pedidos y se retira, el bullicio de las mesas a nuestro alrededor se vuelve un ruido sordo cuando agudizó mi oído en la voz de Piers, mis ojos no abandonan su boca, es una costumbre mía mirar las bocas de las personas cuando hablar, muchas veces no he escuchado algunas palabras y ver sus labios moverse me ayuda a reconocer exactamente lo que dijo.

Piers: ¿Ya habías venido aquí?

Asiento con la cabeza.

Alina: Venimos de vez en cuando, me gusta el risotto.

Su sonrisa se hace más grande, no he hablado nunca tantas palabras con él, por lo general nos sentamos en silencio, haciéndonos compañía o me hace preguntas dónde las respuestas sean sí o no para que mueva mi cabeza.

No me gusta gastar mis palabras en personas que no las merecen, por eso solo hablo con otros cuando sé con certeza que se merecen cada palabra que diga, buena o mala.

Buena, en este caso.

Piers: ¿Clientes frecuentes?

Alina: Dueños.

Intento sonar aburrida por ello, no quiero que crea que me estoy luciendo, es solo un restaurante, uno de cinco estrellas, pero un restaurante al fin y al cabo.

¿Uno que utilizamos para? Exactamente, lavar dinero.

Piers: Saben hacer buenas inversiones.

Alina: Nuestra madre fundó su empresa de muy chica, aprendimos desde chicos como se hace.

Piers: Nunca te había oído hablar de tu madre, te he visto con tus padres, pero eres muy cerrada en la agencia.

Alina: No me gusta perder el tiempo con personas que no me interesan, no hablo de mi vida personal con nadie que no sea importante.

Claramente no se pierde el trasfondo de mis palabras, el brillo de sus ojos es uno que no le había visto antes.

Japonés: ¿Alina?

Giro mi cabeza hacia el pelinegro de ojos negros que me habló.

Japonés: ¿Me recuerdas? Nos vimos en la tienda de viandas ayer.

No es él.

Sus movimientos son más despreocupados, menos sutiles, más pesados, como si quisiera que la gente note que está allí, escrutinio su rostro buscando algo más que los identifique aparte de la forma en que se mueven…

Allí está.

Un lunar, uno diminuto en la oreja derecha, el japonés que ví ayer lo tenía en la izquierda, sé con certeza que no son la misma persona y me causa gracia que quieran venderme el cuento de que si lo son.

Veré hasta donde llegan.

Alina: Si, ¿Cómo dijiste que te llamabas?

No lo dijo.

Japonés: Yasu.

Lo dice tan confiado, como si él de ayer le hubiera dicho que no dijo su nombre, o que es justo ese el nombre que decidieron que me darían.

Alina: Muy bien Yasu, él es Piers García mi cita de esta noche.

Piers extiende su mano con una sonrisa y el japonés la toma, no me pasa desapercibido el músculo tenso de su mandíbula cuando se aleja de su toque y mira nuestras mesas, pero antes de que pueda decir algo más el mesero aparece con nuestros platos y el japonés se despide.

Alina: Acabas de entrar al restaurante, ¿no comerás o no te gustó el menú?

El japonés frena en seco al darse cuenta que noté exactamente lo que hizo, tal cual hizo su gemelo, estoy segura de que son dos, ambos entraron en los lugares que yo estaba, no compraron, no estuvieron más que lo necesario para que pudiera ver sus rostros y desaparecieron.

Vinieron por mí, lo sé, pero incluso sabiendo eso, sé que no es por ellos que mi ansiedad está por los aires, es otra persona.

Yasu: Se me fue el apetito, buen provecho.

Se retira del restaurante y nosotros nos enfrascamos en una grata conversación, él es el que más habla, pero contesto cada cosa que me pregunta, le pregunto pocas cosas a cambio y me río, en verdad estoy disfrutando está cena.

Piers: ¿Crees que los chicos me matarán si te invito un helado antes de llevarte a tu casa?

Alina: No lo creo, Var se quedó, están haciendo una pijamada, aunque se con certeza que están viéndome por la cámara en la pantalla gigante de nuestra sala de cine.

Sus ojos se abren como platos y mira la cámara en una esquina del restaurante.

Piers: ¿Se supone que es bueno o malo?

Alina: Depende.

Piers: ¿Cuál sería la buena?

Alina: Se preocupan por mi, se están asegurando de qué nada me pase, te siguieron a través de las cámaras de cada calle por la que tu carro paso.

Piers: Preocupación por tí, puedo aceptar esa, ¿Y la mala?

Alina: Es la misma, solo varía por tus acciones, si hubieras sido un completo idiota no seguirías frente a mi respirando.

Piers: Oh… ¿y si hago esto?

Alina: ¿Qu…

Su boca interrumpe mi pregunta, sus labios besan los míos con fiereza, estoy en un shock momentáneo hasta que puedo seguirle el beso con la misma fiereza, nuestros labios bailan sensualmente hasta que su lengua entra en mi boca, follandola con descaro antes de retirarse mordiéndome el labio inferior.

Piers: ¿Me matarán por eso?

Alina: Tendrás que descubrirlo cuando lleguemos a mi casa.

Alina. 5°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora