La familia Styles

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Inglaterra, 1592

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Inglaterra, 1592.

Cuando Dios abandona a los débiles, el único dispuesto a recibirlos era aquel hombre. El mismo que también fue desterrado por no ser para lo que fue creado. Comprendía las sangres sucias y los magullones que marcaban las pieles de esas tres podridas almas en sus aposentos junto a la Diosa que lo vio nacer.

Aquellos cuerpos fueron encontrados en diferentes puntos de su camino. En el solitario sendero entre las sombras de los árboles de Julio; Gabriel Styles, de apenas cuarenta años, permanecía derribado sin zapatos. Sus pies estaban quemados y la puñalada en su espalda demostraba la tortura que le aconteció por quién sabe cuánto tiempo en manos de los piratas que llegaron al puerto donde vivio. Él ya no lo recordaba, pero el corazón le dolía.

En las aguas turbulentas del río Colne, un cuerpo drenando gran parte de su sangre era jalado al final del mismo. Cormac Villin yacía inconsciente con la espalda al río. Había sido lanzado después de tratar de defender a su hija de una violación por parte de los gobernantes de su pueblo, pero al ser un hombre de cincuenta y cinco años, nada pudo hacer para cuando le atravesaron el estómago con una daga y lo lanzaron al Colne.

Y a las orillas de la salida a Colchester; agonizante, suplicando y pidiéndole a Dios, el cuerpo debilitado de Caín Edevane estaba clavado con una espada de bronce a un tronco. Su propio hermano había decidido que las propiedades que le pertenecían debían ser suyas solo por poseer aún más rebaños que él. Detestaba la idea de que un pobre joven de veinte años pudiese heredarlas sin haberse esforzado. Por ello, nada más a la muerte de sus jóvenes padres; Abel no dudó en pelear a duelo con él. Pero, con superioridad en tamaño y astucia, Abel ganó, clavando de esta manera a Caín contra el árbol de la familia Edevane.

Cada cuerpo destrozado, profanado y con venganza corriendo por la poca sangre que les quedaba, fueron recogidos y arrastrados a la cueva donde habitaba el ser más longevo que la tierra hubiese conocido. Adan Sombervale. Discípulo fiel a Lilith, su fiel creadora.

En el camino que recorría bajo la luz del sol, cubriendo su cabeza con la pobre piel de zorro que le quedaba de lo que fue su humanidad hace un siglo, Adán se topó con el cuerpo inconsciente de Gabriel. Lilith le ordenó que lo devorara, que tomara su sangre y lo dejara morir en medio de la nada para que los animales del bosque se lo comieran. Sin embargo, a pesar de la orden, no estaba de acuerdo en dejar morir a un hombre cuando podía ayudarlo. Después de todo, hasta ese momento, no había convertido a nadie desde que fue transformado.

Así que, en un acto de nobleza que angustió a Lilith por su desobediencia, Adán no dudó en morder la tierrosa y sucia piel de Gabriel, bebiendo apenas un sorbo de esa mundana sangre pero bendiciéndola mientras lo hacía. Todo con el fin de forjarlo en las mismas llamas en las que él habitaría el resto de la eternidad en compañía de su amada.

Con el cuerpo inerte de Gabriel en el suelo, Adán lo tomó en sus brazos y caminó en dirección a su escondite, deseando que lo que hizo ayudase en algo. Al cruzar el prado que conectaba al río Colne, se topó con Cormac desvanecido entre unas rocas después de su largo recorrido en el río lleno de su sangre.

Sangre Real |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora