Prologo

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Doncaster, 1970.

― ¡Mamá!―gritó Louis al levantarse de golpe en su pequeña cama―. ¡Mamá!

Johanna escuchó el grito desgarrador de su hijo al llenarse de llanto y sin tropezar al salir corriendo de la cama, abandonó los brazos de su marido y la habitación, yendo directo a ver qué le sucedía. Hasta ese momento la noche la creyó tranquila y pensó podría descansar antes de su mudanza a Londres. Sin embargo, no esperó que a las tres de la madrugada su hijo chillará de terror por lo que imaginaba fue otra pesadilla respecto al anciano que era devorado por un vampiro.

Continuando en sus llamados, Johanna llegó a la habitación y encendió la luz, encontrándose con su pequeño de seis años sofocándose con sus propias lágrimas. Al verlo tan aterrado, no demoró en ir a la cama junto a él y lo envolvió maternalmente en sus cálidos brazos. Louis al ser arropado con tanto amor, empezó a tranquilizarse y el llanto fue cesando.

Johanna besó su cabellera castaña lacia y desordenada mientras Louis sorbía.

―Tranquilo, corazón. Nada te sucederá mientras mamá esté aquí―le dijo con ternura y Louis salió de sus brazos para darle un beso en la mejilla. Johanna se enterneció por el gesto de su pequeño y no se negó a peinar sus preciosos cabellos―. ¿Te parece si rezamos para que puedas volver a dormir?

―¿No te quedarás esta noche conmigo?

―Oremos y duermo contigo, ¿qué te parece?―le sugirió con una enorme sonrisa y besó la punta de su nariz.

Louis no pudo estar más de acuerdo con ello y aceptó. Johanna fue la primera en salir de la cama y ayudó a su hijo a hincarse en el suelo para rezar por el sueño de Louis. Pudiera ser que el niño no comprendiera bien qué era lo que hacían, pero le interesó más que su madre se quedara a su lado esa noche. Mientras que Johanna, al acurrucar a su bebé entre sus brazos al cuidarlo, volvió a rezar por él y que nada ni nadie lo lastimaría de estar a su lado el resto de su vida.

Londres, 1974.

― Louis, te he dicho muchas veces, que aunque seas fuerte, no debes seguir lo que hacen los otros. Te puedes matar.

Louis hizo un puchero por los regaños de su madre y se cruzó de brazos. Pudiera ser que Johanna fuera una madre amorosa y comprensiva con él, incluso responsable y dedicada a su hijo y hogar. Una sierva de Dios que durante años le habló de esto con la excusa que serían ellos dos los que lo protegerían. Pero aunque tuviera miles de cualidades de super mamá, no quitaba el hecho de que se sentía mal cuando le llamaba la atención.

Johanna no lo hacía con mala intención. Era su hijo y se preocupaba de que saliera herido por todas sus travesuras. Especialmente si con sus casi diez años, Louis ya se la vivía rodeado de problemas y de chicos mucho más grandes que él. Comprendía que al ser un puberto las amistades mayores le llamarán la atención y deseará ser parte de sus grupos.

Sin embargo, lo que de plano no toleraba era que aceptara hacer lo que sea que ellos le dijeran, y luego de lastimarse en sus peligrosas acrobacias, siempre terminarán abandonándolo. Obviamente que a él no le importaba, ya que con esas habilidades curativas que se manejaba desde que tenía memoria -además de su manejo increíble del dolor- nada le sucedía y a Johanna no le pasaba desapercibido.

Este suceso claro que no era normal para un chico de su edad y por mucho era algo que jamás había visto. Por eso desde su primer año de vida lo llevó con cientos de médicos y todos le dijeron siempre lo mismo: que era un niño sano y poseía una mutación que era llamada "regeneración celular" que lo volvía capaz de recuperarse más rápido de lo normal que el resto de las personas.

Sangre Real |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora