Romeo y Julieta

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―¡Carro rojo!―gritó Reina, enfermera en jefe, al entrar de urgencias al cubículo e ir directo hacia Louis en la camilla

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―¡Carro rojo!―gritó Reina, enfermera en jefe, al entrar de urgencias al cubículo e ir directo hacia Louis en la camilla.

―¡No podemos, su marido no deja de intentar entrar!―contestó otra enfermera al intentar bloquearle el paso a Harry.

Reina avanzó apresurada hasta su compañera mientras que por otra cortina el cardiólogo llegaba. No comprendía tanto alboroto como para que tres de sus enfermeras y dos camilleros detuvieran a Harry, quien luchaba con su fuerza humana para pasar. Veía al hombre alterado, asustado e inclusive pálido, sin tomar en cuenta que estaba lleno de sangre, aunque creía se trataba de la de su esposo. Podía comprender su alteración al considerar el estado de su paciente, pero no iba a permitir que siguiera entorpeciendo todo con esa violencia.

―Señor, por favor―habló al llegar hasta Harry y alzó la mano en señal de que debía relajarse―. Nos es imposible actuar si todas las manos están sobre usted para evitar que entre. No puede estar aquí.

Harry seguía forcejeando con la enfermera, sintiéndose impotente al serle imposible tener la fuerza suficiente como para liberarse. Estaba desesperado y angustiado al temer que algo sucediera, aún más si no alcanzaba a ver desde esa distancia a Louis. Era imposible que pudiera estar relajado. Tanto así que cuando un enfermero quiso apartarlo al tocar su pecho, Harry se removió con más fuerza de la normal e incitó a que volvieran a tirar de él hacia atrás.

―¡Déjenme estar con él, por favor!―suplicó casi en el llanto―. ¡No puedo dejarlo solo, le prometí no dejarlo solo! ¡Por favor!

―Señor, entiendo perfectamente bien, pero sí usted está aquí, nos estorbará. Debemos estabilizarlo para entrar a cirugía―le dijo Ruth al continuar con las manos alzadas, mientras que detrás suyo el médico llegaba con el carro rojo―. Si no actuamos ahora fallecerá, se lo ruego.

Harry no podía sentirse más impotente que en ese momento. Con su vista puesta en la expresión preocupada de la enfermera que le suplicaba su comprensión, el de las demás que lo agarraban y todavía al estirarse para ver a Louis en la camilla con una máscara de oxígeno y siendo resucitado tras un paro cardíaco, estaba enloqueciendo. Sin embargo, parte de su congruencia le dijo que tenía razón, aunque la ignoraba.

No fue hasta que, viendo que Louis volvió a convulsionar en la camilla luego de las paletas, que Harry quiso volver a intentar entrar ahora sí rompiendo en llanto y parte del suelo comenzó a temblar, asustando a todos por no comprender por qué. El médico que estaba atendiendo a Louis exigió a seguridad sacarlo, y así como quiso entrar a verlo, no pudo luchar contra siete personas que lo dejaron fuera del cubículo e impidieron su entrada a urgencias, dejándolo mortificado y de pie en medio de la sala de espera.

Las piernas le temblaron frente a la entrada, volviéndose nula la posibilidad de que pudiera volver a moverse o reaccionar si no era para ver a Louis. Estaba catatonico. Mudo y a nada de explotar por lo que sucedía fuera de su control. Creía que haber corrido tantos kilómetros en una hora, como jamás lo había hecho para acortar seis, no habían sido suficientes para salvarle la vida. Porque con los gritos de más de cinco enfermeros, un cardiólogo y un traumatólogo dentro del cubículo, escuchaba ya un zumbido. Su cara no tenía expresión.

Sangre Real |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora