Extra: Luna de miel

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El viento cálido de Roma siempre le pareció lo más cautivante que existía. Lejos de que era mortal para él, no había duda que una atmósfera tan bella como está era sin igual. El aroma del vino. Músicos callejeros. El humo del tabaco barato y todavía del escándalo de los italianos; cada cosa sumaba a ser un punto extra a las mejores vacaciones de su eternidad.

Sin contar que se trataba nada más ni nada menos que de su luna de miel.
El viaje hasta Roma fue fantástico. Sin contar con lo complicado que fue lograr que Louis se despegará de su bebé por primera vez desde que la adoptaron y todavía hacerlo subir al avión -ya que quería seguir llamando a Juliet para saber de Elizabeth-; fueron apenas pequeños inconvenientes.

Viajaron con los Malik hasta Londres por simple seguridad que Harry quiso tener respecto a su antigua identidad y desde ahí las sorpresas para su ahora esposo no terminaron. Pasaron una hermosa noche en uno de los hoteles más exclusivos de la ciudad con la única intención de que Harry pudiera descansar un poco y Louis meditar. Aprovecharon también todo ese tiempo en lo que se daba la hora del vuelo para estar en un Spa solamente para ellos dos, porque claro, debía ofrecerle lo mejor de todo a su marido.

Hubo flores, Jacuzzis, demasiado alcohol y regalos costosos. Absolutamente todo lo que Louis se merecía.

Así pasaron la primera noche, solamente que había un pequeño detalle a considerar que estaba alentando las cosas y todavía abordaba demasiado la mente de Louis, lo suficiente como para no dejarlo pensar en otra cosa. Su pequeña Elizabeth.

Jamás se había separado de ella, y considerando que apenas llevaban un par de meses de tranquilidad; Louis quedó con un ligero trauma respecto a la calma. Aún no creía posible que pudieran estar a salvo, luego con su bebé, más inquieto se encontraba. Por esto mismo es que no se separaba del teléfono en ningún momento y Harry tuvo que luchar con él para arrastrarlo dentro del avión antes de que quisiera volver a Sombervale por su bebé solamente porque Juliet no contestó la primera llamada de las quince que llevaba haciéndole desde esa mañana.

Harry era comprensivo y aunque estaba seguro que no había mejores manos que su suegra para cuidar a su hija, no negaría que extrañaba al segundo amor de su vida. Pero era su luna de miel. Era lo que le decía a Louis e intentaba que se relajará durante todo el vuelo y todavía cuando arribaron y llegaron al hotel. El joven padre se preocupaba de más y creía fielmente que cualquier cosa podría sucederle estando tan lejos y sin él para protegerla.

Realmente no tendría ni porqué, se pensaba Harry, pero aún así no lograba quitarle el teléfono de la mano a su marido. Recorrían el centro de Roma con una mano en su viejo teléfono y otra en su paraguas mientras daba el atardecer de su primer día ahí.

―Harry―se quejó Louis―. ¡No tengo señal aquí! ¿Podemos apresurarnos a volver al hotel para llamarle desde allá? Serán las seis, quiero saber si mi mamá ya le dió de comer.

―Louis, por favor. Juliet tiene el itinerario intensivo que le hiciste para Elizabeth―le recordó―. Y dudo mucho que se haya despertado de hace media hora que le llamaste. Esa niña duerme como un tronco.

―¡Pero es un bebé! Los bebés se despiertan en cualquier momento, no lo dudes―lo señaló con el móvil―, debemos volver.

Harry suspiró. Ya era la quinta vez que le hacía algo así y apenas llevaba relativamente poco tiempo presentándole Roma. Quería ser comprensivo por ser un padre primerizo, pero él también lo era. Se suponía que era su luna de miel. Estaban ahí para disfrutar, descansar. No seguir estresados por todo lo que había estado sucediendo. Necesitaban un respiro, aunque Louis parecía negarse.

Mientras Louis continuaba intentando contactarse con Juliet entre tantos turistas con su viejo móvil, Harry bajó finalmente su paraguas ante la puesta de sol, y en lugar de mirarlo, se quedó con la vista puesta en el ocaso. Pensaba en alguna manera de hacer que dejara descansar un poco a su familia y que también logrará despejar su preocupación, pero nada se le ocurría. Avanzó apenas un par de pasos lejos de su marido solamente para inspeccionar el centro, y al ver que se encontraba a unos pasos de dónde él llegó a vivir alguna vez en sus aventuras en Roma, una idea se le cruzó.

Sangre Real |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora