Esclavos de la luna

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Manchester, Diciembre, 1982

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Manchester, Diciembre, 1982.

Los golpes del metal de la porcelana de esa letrina helada de un baño de discoteca, no eran nada comparados con al escándalo que se armaba dentro del mismo cubículo al estar la llamarada de pieles candentes y sudorosas chocando contra sí entre tan diminuto espacio.

Fácilmente se habría podido pensar que esos gemidos chillones y súplicas que emanaban de ese baño unisex improvisado que se puso para los trabajadores, serían de una mujer acomodada a la fuerza contra la tina del retrete dónde era empujada a su propia voluntad. Pero no.

El jadeo constante y corto que emanaba de esos débiles labios rosados y mordisqueados del jóven Tomlinson, quien a duras penas podía tomarse de la pared en un nulo intento de equilibrio, marcaban un cambio en la atmósfera del recinto.

La música de David Bowie traspasaba esos muros y se mezclaba sonoramente con los quejidos del jóven de dieciocho años que vivía a toda velocidad su nueva etapa al convertirse en técnicamente, legal para coger en lugares fuera de su residencia estudiantil. Eso le gustaba a Louis, la adrenalina, la tensión. Los hombres. Especialmente si eran tan rudos como el tipo alemán que se acababa de enganchar al bailar descaradamente con un par de copas encima, y que fácilmente con un guiño lo envolvió para meterlo en ese baño de empleados al que llevaba varias noches viendo que nadie entraba durante horas.

Esa era la rutina desde que llegó a Manchester. Aunque fuera el más chico en su momento en la carrera al entrar con diecisiete años, eso no le impidió por su explosiva personalidad extrovertida y su actitud desenfrenada, pasará sin cuidado a cada bar o disco que encontraba de camino a la tienda más lejana de su universidad para comprar un par de cigarrillos. Al final, si salía a las siete de la tarde del jueves, regresaba a las tres de la mañana del viernes; alcoholizado y severamente acomodado de la cadera, como tanto le gustaba.

No era que no le gustará la escuela y por eso se alocara como nunca lo hizo en Londres al vivir con su padre, no. Era buenísimo estudiante, de los mejores; algo de lo cual se sentía orgulloso gracias a Juliet por sus grandiosas palabras al decirle la alegría que le daba verlo ser un joven de bien. Tal cual como Johanna lo habría deseado. Ese era el motor que impulsaba a Louis para ser lo mejor que su padre también habría esperado de él.

Porque claro, siendo Homosexual y que su padre no quería estudiara una carrera, sino que fuera policía como él; tenía que esforzarse el triple para hacerse notar de que era un buen estudiante e hijo. Algo de lo cual Bleta nunca tuvo dificultad.

Esa era la cuestión y la diferencia entre la hija no biológica y la favorita de su padre. Bleta no lo metía en problemas, ambos se entendían; y aunque ella no contará las mejores calificaciones, al menos le aseguraba su felicidad el estar con un chico.

Louis por todo lo contrario, con esos dieces en sus boletas, era la pesadilla viviente para su padre. El dolor de muelas, el chico con un pie directo en el tutelar con todos esos cargos en su historial, y de paso, una que otra advertencia de los colegas de Troy que le iban con el chisme de que lo encontraron hincado dándole una mamada a algún chico en los callejones de los bares. Esa era la diferencia entre ambos hermanastros.

Sangre Real |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora