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En el vibrante escenario de la secundaria, me sumergí en la efervescencia de los ensayos para la esperada muestra anual, un evento que marcaba el debut de este teatro en las artes escénicas.

Mis ojos exploraban el espacio, perdidos entre las butacas que aguardaban con expectación, un mar de sillas que se convertirían en testigos del nacimiento de nuevas historias.

La obra elegida para tan significativa ocasión no podía ser otra que "Romeo y Julieta", una pieza maestra del renombrado William Shakespeare. Sí, podría considerarse un cliché, pero,

¿quién podría resistirse a la belleza eterna de esa trágica historia de amor?

Yo, desde luego, no podía. Mi deseo más ferviente, mi sueño más profundo, residía en la posibilidad de encarnar a Julieta, de dar vida a esa icónica protagonista en el escenario.

Mis días se enredaban en los versos shakesperianos, mis noches se llenaban de susurros y ecos de las líneas que pronto resonarían en las tablas.
Cada ensayo era un peregrinaje a través del tiempo, un viaje hacia el corazón de la dramaturgia clásica que Shakespeare tejía con maestría.

-¿Julieta, o no ser Julieta?-. Me preguntaba a mí misma mientras los ensayos avanzaban.

Y sí, la respuesta era clara: deseaba más que nada ser la protagonista de esta historia, experimentar la dualidad de la pasión y la tragedia que solo Shakespeare podía crear.

En un rincón del teatro, donde las luces titilaban como estrellas ansiosas por ser testigos de la magia, me encontré ensayando una vez más. Mis líneas se entrelazaban con la intensidad de las palabras del bardo, como si estuviera tejiendo mi destino en el telar de sus versos.

Fue en ese preciso instante cuando la puerta del teatro se abrió con suavidad, revelando el rostro sonriente de Abril O'niel, mi mejor amiga.

-¡Hola! ¿Ensayando para el papel de Julieta?-. Preguntó, su entusiasmo resonando en el espacio teatral.

-Hola, Abril-. Respondí, compartiendo su alegría- ¡Sí! Estoy ensayando para eso-.

La magia del teatro, de los versos que trascienden épocas, se volvía más tangible con cada práctica. Mi anhelo por Julieta se fusionaba con el misterio de los diálogos de Shakespeare, y la muestra anual se convertía en un lienzo donde el pasado y el presente se encontraban en una danza eterna. Este no sería solo un debut para el teatro de la secundaria; sería un tributo a la inmortalidad del arte y a los sueños que, como los versos de Shakespeare, trascienden los límites del tiempo.

- Y, ¿Que te trae por aquí, Abril?-. Pregunté después de darme cuenta que me había perdido entre mis pensamientos de la obra.

La chica de tez morena me sonrío y se acercó al escenario con entusiasmo notable.

Digamos que conozco a Abril de toda la vida. Después de todo, fuimos a la primaria juntas y desde ahí, no nos separamos nunca más.
Siempre salimos a caminar, o a comer si tenemos con que pagar la cena.

-Pues...-. Hizo una pausa e intento subir al escenario desde la parte delantera, la cual era demasiado alta como para tratarla, pero para mi sorpresa lo hizo sin problema -. Vine a preguntarte si tenías libre está noche, ya sabes, para salir a tomar algo, o a caminar.

Su intención era clara: quería que me distrajera un poco de los estudios, ofreciéndome un respiro en medio del frenesí de ensayos y apuntes.

Mis ojos seguían fijos en el escenario, y con un suspiro, le respondí, lamentándolo.

-Lo siento, Abril. Este papel es mi sueño, y no puedo permitirme perder la oportunidad de tenerlo. Los ensayos son cruciales.

Trazando Acordes Del Corazón (Rise!Leo x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora