¡Es Halloween! [Extra] [Parte 2]

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Anne

—¿Los tienes cerrados? 

—Ya te dije que si, mi amor. Cinco veces.

Con mucho cautela asomo la cabeza. Un poco. Solo la mitad del rostro, lo suficiente como para alcanzar a mirar. Me enternezco al ver a Larissa con los párpados muy apretados y las manos unidas sobre las rodillas. Me recuerda a las caras divertidas que Lou le enseñó a hacer a Claire hace apenas unas semanas; esa donde arruga la nariz y cierra los ojos mientras olfatea de forma ruidosa. Ahora que pienso en las niñas me pregunto si estará bien hacer esto. Ya no soy una jovencita. Cumplí cuarenta y uno y además, soy madre. Esto es ridículo.

—¿Anne? ¿Todo bien? Estás muy callada, ¿ocurrió algo? 

—Estoy bien —contesto de prisa, dando vueltas en busca de algo que... Ni si quiera sé qué busco. Estoy tan nerviosa que quiero vomitar—. Estoy muy bien.

Me veo en el espejo, analizando mi atuendo. Lo luzco muy bien, no lo voy a negar. Y a Larissa le va a encantar, pero... Al diablo, esto lo hago por el bien de nuestro matrimonio. No quiero volver a pensar que no le gusto. No quiero que volvamos a estar separadas.

Me aliso la falda aún sabiendo que acabara tirada en el suelo, me arreglo el fleco a pesar de que terminaré con todo el cabello enmarañado, y respiro lo más profundo que puedo, aunque lo más seguro es que Larissa me deje sin aliento.

Ay, por Dios, cuánto amo a esa mujer. Cuánto amo que me desnude y me tire a la cama para ponerse sobre mí. No lo voy a negar, desde aquella noche en nuestra antigua casa, nuestra relación va mucho mejor. Parecemos adolescentes, tocándonos todo el tiempo en cada rincón que encontramos.

Hace una semana Larissa metió la mano abajo de mi vestido mientras compartíamos una cena con el alcalde. Y hace unos días puso su cara entre mis piernas mientras estábamos en la piscina. Las niñas estaban dormidas, pero aún así fue muy arriesgado.

—Vaya.

Me sobresalto y vuelvo el rostro en dirección de la puerta. Larissa está apoyada contra el marco, de brazos cruzados. Me mira de pies a cabeza, con una sonrisita llena de satisfacción.

—Te dije que esperaras en la cama —le recuerdo con reproche. Señalo detrás de ella—. Obedece.

—¿Y si no? —me desafía.

—Entonces no obtendrás nada esta noche —vuelvo a mirarme en el espejo. Me empujo los lentes con el índice y alzo el mentón. Se me ha ocurrido una mejor forma de replantear mi respuesta. La miro. Me tiemblan las piernas pero debo esforzarme por parecer ruda—. Si no obedece creo que tendré que castigarla.

—¿Ah, si? —cuestiona con diversión. Su sonrisa se vuelve amplia—. ¿Y quién eres para castigarme? La mujer que estoy viendo en frente no es mi esposa Anne. No eres la dulce y tierna Anne que conozco.

—No —contesto con decisión. Estoy muy metida en mi papel. Qué gran actriz habría sido. Doy un paso al frente y miro directamente a los ojos de Larissa—. Esta noche soy La Profesora Greenwood.

—Pues qué bueno.

Larissa enrolla un brazo en mi cintura y me alza del piso. Suelto una risita al tiempo que aferro mis piernas a su alrededor. Estoy perdiendo el enfoque pero da igual, dejaré que se divierta por un rato. ¿Cómo podría negarle a mi esposa que haga conmigo lo que quiera? Soy adicta a Larissa. Soy adicta a ver cómo obtiene de mi cuerpo lo que desea. De mí y de nadie más. Me lleva a la cama, me acomoda de espaldas en el colchón, y cuando estoy a punto de quitarme los tacones ella me lo impide.

—Déjatelos —me dice—. Sé que tienes planeado algo, y dejaré que lo hagas. Pero primero quiero saciarme a mi manera —me da un beso en el cuello. Luego se arrodilla en el colchón—. Estás preciosa, aunque sería mucho mejor si estuviéramos en mi oficina o en su salón, profesora Greenwood.

𝒟ℯ𝒿𝒶𝓂ℯ 𝒸𝓊𝒾𝒹𝒶𝓇 𝒹ℯ 𝓉𝒾  / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈 [𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐈𝐈]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora