𝒟ℯ𝒿𝒶𝓂ℯ 𝒸𝓊𝒾𝒹𝒶𝓇 𝒹ℯ 𝓉𝒾 / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈 [𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐈𝐈]

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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 2

Apenas Anne puso un pie en el exterior, un escalofrió le recorrió el cuerpo. La puerta de la clínica se cerró a su espalda y tuvo que subirse la bufanda un poco más. El frío parecía ser más fuerte cada día, así que también se apresuró a ponerse los guantes.

Podía sentir cómo el nudo en su garganta crecía, cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos y luchaban por salir. Pero no podía derrumbarse ahí. Tenía que aguardar a estar en el auto por lo menos.

—¿Puedes esperarme? —le preguntó Larissa.

Pero ella continuó caminando, sin atender a su petición. Larissa suspiró con frustración y decidió no volver a decir nada. Todo lo que hizo fue ponerse los guantes también y la siguió. Casi corriendo. Aunque no tardó en alcanzarla.

Larissa también estaba sintiéndose triste y el vacío en su pecho crecía. Y le dolía ver lo egoísta que Anne estaba siendo. Larissa le quitó los seguros al auto al estar lo suficientemente cerca y Anne abrió la puerta de inmediato.

—Te dije que no era necesario hacer esto —murmuró antes de entrar. Lanzó el bolso en el asiento trasero y cerró la puerta con fuerza, haciendo que Larissa se sobresaltara. La miró un momento a través del cristal, hasta que una ráfaga de viento la hizo tiritar.

—Tirar la puerta de esa forma no era lo necesario y tampoco va a solucionar nada—dijo al estar adentro ella también. Acomodó el asiento y después encendió el motor.

—Ya sabíamos cuál era el resultado. No teníamos que venir hasta aquí a gastar dinero —se estaba esforzando para que la voz no le fallara y tuvo que permanecer en silencio por un minuto. Larissa estaba igual de afectada que ella, pero sabía que alguna de las dos debía mantenerse serena—. ¿Y todo para qué? Para que nos dijeran los mismo —añadió.

 —Teníamos que estar seguras —mencionó casi en voz baja.

Anne frunció los labios y cruzó los brazos bajo su pecho después de colocarse el cinturón. Larissa puso el auto en movimieno y permanecieron en silencio durante casi todo el trayecto de la clínica a la academia. La razón por la que habían estado ahí era porque tenían una cita programada para realizarle la prueba de sangre a Anne.

Y tal como el test lo había arrojado, el resultado seguía siendo negativo. Anne no sabía cómo manejar esa situación y todo lo que estaba sintiendo, así que lo que hacía era ponerse de mal humor. Ahora tenía los ojos cerrados y seguía sin decir nada y a Larissa, el silencio estaba empezando a resultarle asfixiante.

—¿Estás bien? —le preguntó, pero no obtuvo más que silencio. Anne solo abrió los ojos para fijarlos en la ventana. Estaba observando el paisaje anaranjado que ofrecían los árboles y las hojas secas en el suelo. A veces se sentía como una de ellas. Un poco seca por dentro—. Te estoy hablando, Anne. ¿Estás bien?

—¿Cómo quieres que lo esté? —respondió con exasperación. Miraba a Larissa con el ceño fruncido y los ojos ligeramente húmedos.

—No es necesario que me hables de esa forma —se quejó sin voltear a verla. Tenía la vista fija en el camino, pero en un momento buscó la mano de Anne. Ella la apartó. Larissa le dirigió una mirada fugaz, llena de confusión. Se estaba empezando a molestar también—. Te comportas como si todo esto solo te afectara a ti.

Anne suspiró. Se estaba sintiendo muy ansiosa, pero Larissa tenía razón. Había sido muy grosera. Además de inmadura y egoísta. La observó en silencio por un par de minutos y descubrió lo agotada que se veía.

Las ojeras eran evidentes, aún llevando maquillaje. Y ahora Anne se sentía una tonta porque se estaba dando cuenta de que aunque Larissa no lo dijera, el tratamiento también la doblegaba. En menor medida que a ella, pero lo hacía.