Charlie, la princesa del infierno, siempre había sido conocida por su torpeza. Sus travesuras y accidentes eran una parte intrínseca de su personalidad, y nadie parecía sorprenderse cuando volvía con un nuevo rasguño o moretón. Sin embargo, Alastor, un observador silencioso, comenzó a notar algo inusual en los dedos de Charlie.
Día tras día, los dedos de Charlie aparecían más heridos y amoratados. Alastor, al principio, atribuyó esto a la naturaleza torpe de la princesa del infierno. Sin embargo, cuando vio que las puntas de todos sus dedos estaban cubiertas de vendas, su preocupación comenzó a crecer.
Aunque Alastor era conocido por su indiferencia hacia los demás, cubierta además por una vivaracha burla contra el resto de los pecadores que allí circundaban, no pudo quedarse quieto ante la evidente señal de que algo no estaba bien con Charlie. A pesar de su reputación, había cierta preocupación secreta por la integridad de tan dulce princesa a quien tenía observando desde hacía tiempo mientras trabajaban juntos. Por ello, de forma despreocupada y como quien no quiere la cosa, decidió preguntarle a Charlie sobre sus dedos vendados.
Aprovecho uno de esos días en los que estaban solos en la oficina, mientras Charlie estaba ocupada en su proyecto de ampliar las salas de descanso de hotel para así capar más interesados en el programa de rehabilitación de los demonios, Alastor se acercó a ella con cautela.
Con voz suave pero firme, le preguntó sobre sus dedos y si se encontraba bien. Charlie se sorprendió por la preocupación genuina de este, pero con cierto gesto de evasión, esta solo viró la mirada, tratando de explicar que había sido un accidente producto de su torpeza.
El demonio asintió, pero pudo ver más allá de las palabras de Charlie. Sabía que había algo más detrás de esos vendajes en los dedos. Decidió no presionarla más en ese momento, pero en su interior, estaba decidido a descubrir la verdad.
Con el paso del tiempo, el wendigo observó a la princesa con más atención. La vio luchar en silencio con los informes y con otros documentos, pensando en cual podría ser la causa de sus heridas ¿Acaso estaba tratando de cocinar algo en medio de la noche y se había cortado? No parecían ser grandes heridas, por lo que suponía que debía ser eso. Era bien conocido que la princesa era muy mala cocinera, siendo capaz de hasta quemar la más sencilla preparación, el sencillamente había tomado su apoyo para otro tipo de gestiones, pero quizás fue su diligencia y perseverancia lo que la impulsaba a practicar, aunque no entendía el motivo.
Pero sus dudas se disiparon un día cuando Charlie entro con mucha emoción a la oficina de gerencia. Esta nuevamente tenía nuevas heridas en los dedos, pero parecía notoriamente más feliz que el resto de los días anteriores.
Fue entonces que ella le extendió hacía él una pequeña caja dorada adornada con un lazo rojo. Este la miró un segundo, sorprendido.
—Querida, no recuerdo que estemos celebrando alguna fecha especial o algo por el estilo —menciono este confundido, aunque tomando la caja del mismo modo. Charlie parecía emocionada y avergonzada a partes iguales.
—Es un aniversario...
—¿Aniversario? —repitió el sin entender.
—Desde hace un año ha estado ayudándonos en el hotel sin pedir nada a cambio y se me ocurrió que quería obsequiarte un presente por todo el apoyo que me has dado este tiempo —expreso mientras sus adorables mejillas de manzana estaban coloreadas por lo que estaba diciendo.
El demonio abrió la caja, encontrando un hermoso pañuelo rojo en él, era de bolsillo y había sido bordado a mano con su inicial, acompañado de un ligero dibujo de unas manzanas y una cornamenta de ciervo.
—No soy una buena cocinera, mucho menos una persona buena con las artes mágicas, por lo que lo único que se me ocurrió para regalarte era un pañuelo hecho a mano —expreso—. Creí que sería fácil, pero simplemente fui un desastre con las agujas, y me pinche cada vez que lo hacía ¡Pero finalmente lo logre y esta terminado! Así que espero que te guste —dijo con cierta timidez al mismo tiempo que el demonio tomaba el pañuelo entre sus manos.
Nunca nadie antes había tenido un gesto tan sencillo y tierno a la vez. No hubo otras intensiones detrás, solo un sincero agradecimiento.
Sin poder evitarlo, una genuina sonrisa lo embargo junto con un cálido sentimiento de agradecimiento.
—Gracias querida, lo atesorare sin dudas —respondió.
Y fue el hermoso brillo en los ojos de la princesa que hizo que aquella preocupación por las heridas valiera la pena. Solo esperaba que la próxima vez que buscara hacer una sorpresa para él, no lastimara ninguna parte de su cuerpo.
Decimo segundo día del charlastor month 2023
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Pasajes breves
FanficConjunto de One Shots Charlastor que se me han ido ocurriendo, algunos basados en fanarts hermosos de artistas de Twitter. Algunos de estos escritos tendrán un hilo conector, esta atento de ellos y disfrutalo.