- Gustav. - le llame con desprecio mientras me movia para intentar safarme de su agarre.
- ¿Te gusta? - El seguía sin apartarse mientras me tocaba por doquier.
- No. Sueltame Gustav. - le dije mientras lo empujaba.
- A mi me parece que te gusta, eso es lo que toda virgen quiere. -
- Pues yo no. - lo golpe en las bolas y salí de la habitación corriendo.
- ¡Bill! ¡Emma! -
- ¿¡Que carajo?! - Dijo Bill, quien estaba en el sillón con Emma llorando desconsoladamente.
- Gustav... - Antes de formular cualquier frase Gustav me agarró por la cintura y me cargo subiendo las escaleras conmigo.
- ¡Sueltame! - le grite, patalee, lo rasguñe y nunca me bajo.
- ¡Quédate quieta! -
- Porfavor Gustav, no me lastimes. -
- ¡Cállate! Yo haré contigo lo que me plazca ¡Entiendes! - Finalmente me soltó, pero para mi mala suerte fue en la cama.
Volvió a subirse encima mío, besando y tocándome. Pronto el se había quitado la camisa y con ella mi vestido blanco. El chupaba, lamia y besaba cada parte descubierta de mi piel.
- Gustav... por favor. - Susurre.
- Sshh. Nadie tiene que enterarse. -
- No Gustav, no quiero esto. -
- Me importa una mierda lo que quieras. - Dijo con enojo sin apartarse de mi piel.
Gustav se quitó de mi, sólo para quitarse los pantalones y con ellos su ropa interior.
- ¡No! - lloré.
El hizo caso omiso a mi comentario y volvió a subirse encima de mi, quitandome las bragas y el sostén, quedando completamente expuesta para el.
- Finalmente serás mía, Atenea. - Dijo analizandome.
- ¡No! Gustav, por favor. -
- Sshh. No dolerá mucho, lo prometo. - Mentía, lo supe por la manera en que lo dijo.
- Se buena para mi, si? - Abrió lentamente mis piernas, se posicionó en mi entrada y entró en ella sin cuidado alguno. Dejé escapar un grito ahogado de dolor.
- ¡Si! Grita para mi. - Dijo alzando la cabeza causa del placer que le provocaba violar a una virgen.
- ¡Agh! Gustav. - el dolor me consumía poco a poco.
- Vamos grita un poco más. - dijo agarrando uno de mis pechos apretandolo.
- Por favor. Ya no más. - chille.
A el no le importaba cuanto llorara o cualquier grito de dolor por mi parte, sólo le importaba su placer.
Cada estocada dolía más que la anterior.
Se recosto en mi pecho soltando pequeños pero audible gemidos de placer, el lamia mi cuello alcanzando mis labios uniendolos con los míos en un beso que obvio no correspondi.
Casi al final de esta mierda las estocadas eran más fuertes y profundas, haciendo que dolerá cada vez más...
Finalmente el saco su miembro de mi, dando por terminado su acto asqueroso conmigo, por un lado me sentí aliviada por que esta mierda había acabado, pero por otro me sentía asustada, sucia, pero este sentimiento no se iría ni siquiera limpiandome mil veces...
- No puedes decir nada de esto. Esto se queda aquí, o te irá peor. - El me amenazó como si a la que hubiera violado fuera una niña de primaria y no una mujer de 19 años que aún era virgen.