Llegamos al hospital, estaba abrumado, estresado y asustado.
Un médico iba pasando por el pasillo, lo tome por los hombros y le dije.
- Tienes que salvarla, de no ser así, pagarás las consecuencias - El médico se quedó atónito y asintió asustado.
Ordenó una camilla, en la cual George puso con cuidado a Atenea.
Los doctores se la llevaron y me quedé con George.
Estaba ansioso, el tiempo se pasaba demasiado lento y el médico no traía informes de mi chica.
No puedo creer lo mucho que me enamoré de ella, lo mucho que me preocupa y lo mucho que me doleria perderla.
- Estará bien Tom. - George me dio una palmada en el hombro.
- Es mi culpa.... - George no dijo nada.
- ¡Es mi puta culpa! - Grite furioso.
- Si no la hubiera... - Se me corto la voz
- Nada de esto hubiera pasado... -
A lo lejos una voz familiar se escuchó.
- Familiares de Atenea Meyer. - Nos acercamos a él médico.
- ¿Cómo está ella? - Pregunto George.
- Logramos estabilizarla, ella está bien. - Recupere el aliento al escuchar esas palabras.
- ¿Podemos verla? - Pregunte.
- Por el momento no, está sedada. -
En realidad me importó un carajo la sugerencia de el médico y fui hasta su habitación.
(...)
- Atenea... - Entre en la habitación con cautela.
Ella no respondió, estaba dormida, frágil, tranquila, en total paz...
- Yo... - Se me corto la voz.
- Lo siento... - Sentía un dolor en el pecho, tan abrumador, tan doloroso.
- No debí haberte tocado... - Me limpie una lágrima que rodaba.
- Te lo prometí... -
Tome su mano besandolo con cuidado.
Sentía algo tan abrumador, tan horrible, me sentía demasiado culpable, sentia remordimiento. Debo admitir que en el momento lo disfrute demasiado.
Me acosté en su pecho lentamente y me quedé dormido, en su cálido pecho, que subía y bajaba con lentitud.
(...)
By Atenea.
Mi cabeza dolía y me daba vueltas todo, apenas recuperaba la conciencia, sentí un peso inusual en mi pecho. Abrí los ojos lentamente y mire de reojo una cabeza recostada en mi pecho, con unas trenzas africanas y una banda, era Tom quien descansaba en mi pecho.
Mi corazón lacio con fuerza y mi respiración era agitada, era la persona que menos quería ver, el culpable de todo esto, la persona que arruinó mi vida en tan solo unos meses.
- Despertaste... - Habló adormilado.
No reaccione no dije nada, sólo lo mire con miedo, tratando de no moverme mucho.
- Lo siento... No debí... - Intento tomar mi mejilla, pero lo aparte rápidamente.
- Tranquila Atenea. - Esta vez no hablo demandante ni serio, hablo preocupado y dolido.
La enfermera entró en la habitación y le indicó a Tom que saliera, el obedeció por primera vez y salio de la habitación.
- Que bueno que despiertas Atenea. -