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- ¿Dónde estabas? - Tom estaba sentado en la cama mirándome fijamente.

- En la farmacia comprando tus medicamentos. - 

- ¿No sabía que en Monneis vendían medicamentos? - Soltó irónico.

 - Bien, fui por un café. -

- ¿Con quién? - 

- Con nadie, Tom. - 

- Me parece que alguien está mintiendo. - 

Los nervios me consumían, si Tom se enteraba que yo y Theresia nos habíamos visto él iba a matarme.

- ¿Por qué piensas que fui con alguien? - 

- Porque no es normal que vayas a una cafetería sin avisarme antes. - 

- Tal vez porque mandarías a uno de tus guardaespaldas a seguirme hasta el baño si es necesario. - Dije molesta.

- Bien, espero que no estes mintiendo. - 

- No tendría por qué hacerlo. -

By Emma.

- Bill, para, por favor. - Mi cabeza sólo pensaba en aquello, mientras Bill me tocaba sin compasión.

Pero nada, nada salía de mi boca, estaba paralizada, tenía miedo, no sabía por que, no era la primera vez que Bill me violaba, no era la primera vez que me maltrataba, pero esta vez era diferente, sentía un vacío enorme, el cual sentía que no había quien ni que lo llenará...

- ¿Te gusta? - Bill se mordió el labio inferior.

Las lágrimas sólo salían de mis ojos Sin control alguno. No podía salir de aquel trance. Finalmente algo me hizo reaccionar, Bill se bajaba los pantalones y eso me asusto.

- Bill... para... -

- ¿Por qué debería hacerlo? - Bill no paro.

- Estas lastimandome. - Intenté apartarlo.

- ¿Me importa? - Se burló.

- ¡Para! ¡Para Carajo! - lo abofetee.

- ¡Perra! - Me devolvió el golpe.

- No vuelvas a ponerme un dedo encima Bill Kaulitz. -

- ¿Y si lo hago que? - Me mostró una sonrisa ladina.

- Te juro que te lo rebano. - Busque entre los cajones de Bill y encontré una navaja color negra, en ella el nombre de Bill estaba pintado con color dorado, la tome y la apunte hacia el.

- No te atreveras. -

- Oh, claro que sí me atrevere. - No baje la navaja.

Bill me acorralo y me arrebató la navaja de las manos.

- Eres tan idiota, Emma. - sonrió victorioso con la navaja en la mano.

- Mi pito es muy valioso como para ser rebanado por una perra como tú. - Deslizó la navaja por mi cuerpo.

Puso la navaja firme, la punta de esta ahora estaba en mi abdomen, presionando contra el, como si Bill quisiera enterrarmea fondo esa navaja en el estómago, me estremci.

- Tranquila, no voy a matarte muñequita. - Se acercó a mi, lamiendo el lóbulo de mi oreja.

- ¡Sueltame Bill! - Lo empuje y salí corriendo de la habitación, pero Bill fue más rápido tomándome de la cintura.

- Shhhhh, sólo no grites tanto que Damián va a asustarse. - Senti como Bill paseaba aquella navaja por mi brazo izquierdo.

- Bill, que haces... - Dije asustada.

Un grave ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora