VEINTIDOS

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Becky llevaba todo el día tumbada en el sofá desde que llegara después de su visita al río con Freen aquella mañana. Todavía era capaz casi de sentir los brazos de Freen en su espalda y las cosquillas que le hacía su pelo en la mejilla al moverse con el viento. Estar tan cerca de Freen había sido inesperado y maravilloso a partes iguales. La chica era todo y cuanto Becky había imaginado durante mucho tiempo; su olor, el calor que desprendía, la manera en la su cuerpo encajaba perfectamente en sus brazos. Cerraba los ojos y aún podía escuchar el sonido del río y la respiración de Freen cerca de su oído.

Ella sabía que Freen no se acercaba a la gente. Lo sabía porque lo había visto, y porque muchos años de grupos de apoyo le habían dado la experiencia suficiente para entender ciertos comportamientos. Freen mantenía las distancias en todos los sentidos con casi todo el mundo, y sin embargo esa mañana había roto toda barrera posible con Becky, y la chica aún no entendía qué había pasado para que aquello ocurriera. Lo único que sabía es que ahora no tenía claro dónde estaba su relación con Freen, porque después de aquel abrazo simplemente se habían mirado, habían decidido volver al coche, y regresaron a la ciudad sin hablar solo para despedirse en la puerta de la librería donde Becky dejó a Freen antes de encaminarse a casa.

Becky se quedó un rato con las manos sobre el volante pensando qué narices había pasado y por qué aquel camino de vuelta en silencio había sido inesperadamente cómodo después de todo. Miró al asiento del copiloto, ahora vacío, y sonrió pensando en lo bien que quedaba Freen allí. Después sacudió la cabeza intentando volver a la realidad, y regresó a casa.

Todos esos pensamientos se arremolinaban en la mente de Becky. Necesitaba centrarse, ocupar su atención en algo para dejar de pensar en Freen. En Freen y su cara de sorpresa al verla esperándola en el portal, a Freen rodeada de tulipanes, a Freen con los ojos cerrados concentrada en la canción que sonaba en la radio, a Freen acercándose a ella en el río.

-Becky, por favor - se reprendió a sí misma cogiendo el móvil - piensa en otra cosa. En elefantes blancos. En murciélagos bebés. Maldita sea, otra vez ella. Becky, desconecta-

Cogió su teléfono con la intención de distraerse durante un rato y la primera publicación la volvió a arrastrar hacia Freen. Era un post de la librería de Irin, anunciando el Festival de Arte y dando información sobre fechas e inscripciones. Había muchísimas modalidades, pintura, escultura, escritura, música, incluso había una noche de micro abierto para un concurso de música de autor -Tal vez sea interesante - pensó Becky mientras leía que se aceptaban voluntarios para las labores de montaje y decoración.

Por fotos de años anteriores Becky pudo ver que la ciudad entera se movilizaba para aquel festival. Era un lugar pequeño, bastante acogedor y en el que casi todos los vecinos se conocían aunque fuera de vista. Algo totalmente impensable en la ciudad de donde venía Becky. Y esa era precisamente la magia de aquel sitio. En las fotos se veía como todo estaba decorado con banderines de colores, luces adornaban las calles y las fachadas de los negocios, grandes esculturas en las aceras, y entonces vio una foto que le llamó mucho la atención. Salía Patty con un arco de flores situado en el puerto, mirando al mar como si fuera una puerta para cruzar a otro mundo. En ella, la anciana posaba con Irin y en el pie de foto se podía leer: Con Patty, siempre llenando este lugar de belleza #artfestival.

Becky sonrió. Abrió la pestaña de mensajes directos y empezó a escribir. Si iba a reabrir la floristería, tenía que ser con todas las de la ley. 




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LEJOS  DE  ERIS  • FreenBecky •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora