VEINTISIETE

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Freen no quería sentir esa decepción. Estaba molesta con ella misma por sentirla, porque eso implicaba que tenía ciertas expectativas. -¿Expectativas de qué, Freen? llevas todo el día comportándote como una adolescente celosa, qué pretendías ¿Que se quedara contigo toda la noche en la alfombra frente a la chimenea?- pensó.

Dejó por fin a Irin en la puerta de su dormitorio y muy a su pesar entró en su cuarto para irse a dormir. Ni siquiera pudo ver a Becky entrar a su habitación, tal vez podría haberle hecho algún gesto o simplemente cogerla del brazo y pedirle que saliera a buscar osos con ella. Pero nada. Becky se había ido a dormir y ahora ella se sentía terriblemente mal.

Entró en su cuarto y encendió la luz mientras se frotaba los ojos. Las cuatro cervezas le daban vueltas en la cabeza. Se los había frotado con tanta fuerza que le costó enfocar el objeto no identificado que había sobre la cama. Sacudió la cabeza intentando aclarar su vista hasta que sus ojos volvieron a centrarse. Encima de la cama había un tulipán blanco envuelto en un papel translúcido, y a su lado una nota.

Freen,

Siento si no he sido lo suficientemente clara o lo suficientemente específica. Pero creo que lo que necesito decirte es lo mismo que necesitas oír. Aquí no pasan los aviones, pero hay muchas más estrellas. Así que tal vez, si te apetece, podríamos salir a verlas.

Estoy enfrente.

B.

Freen sintió cómo le temblaban las rodillas mientras leía aquella nota. El corazón le latía en el pecho desbocado, como un montón de tambores tapándose unos a otros. Su primer instinto fue el de salir corriendo hasta la puerta de Becky y echarla abajo directamente. Pero se tomó unos minutos para respirar y para meditar aquella decisión. Realmente no tenían nada, se conocían desde hacía muy pocos días, y sin embargo, era como si una fuerza invisible las estuviera empujando. Freen no entendía qué estaba ocurriendo, jamás le había pasado algo así con alguien. Y una cosa era tener fantasías sobre alfombras y chimeneas en la cabeza y otra bien distinta es tener esa nota en la mano, y a Becky probablemente esperando de pie tras la puerta que estaba a menos de cinco metros.

Freen sabía que si llamaba a aquella puerta sería un punto de inflexión, y también sabía que si no lo hacía también lo sería. Era un momento crucial, una decisión de esas que alteran al universo. Lo que Patty llamaba decisiones mosquetón en sus charlas sobre las distintas realidades y cómo se conformaban en función de las decisiones que íbamos tomando.

Algunas decisiones eran simples electoras de caminos. Siendo tal vez modificables con el paso del tiempo. Sin embargo las decisiones mosquetón eran esas que al tomarlas, enganchabas tu destino a ese punto. Y todo lo que ocurría a partir de ahí era fruto de ese mosquetón fijado a la pared de la montaña de tu destino. Y ahora Freen estaba entendiendo qué clase de decisión tenía delante.

Becky estaba conteniendo demasiado la respiración. Lo sabía porque a ratos sentía cómo se mareaba y tenía que coger bocanadas de aire para poder compensar la falta de oxígeno. Pero no quería ni escuchar el sonido de su respiración para no perder detalle de los sonidos de fuera. Quería saber si Freen se movía o no, si salía o no. Si venía o no.

Estaba empezando a ponerse nerviosa. Hacía diez minutos que Freen había cerrado la puerta de su habitación y Becky comenzaba a pensar que no iba a venir a buscarla. Podía pasar. Ella sabía que Freen era algo complicada, que le daban miedo muchas cosas, pero dentro de ella quería creer que encontraría el valor suficiente para aquello. Se sentó en la cama, llevaba todo ese tiempo de pie casi sin darse cuenta, y ahora se notaba algo cansada después del crossfit de carga de materiales de aquella tarde. Suspiró. Tal vez era mejor así. Ella llegó a la ciudad queriendo conocerla, pero no sabía que iba a acabar sintiendo todas esas cosas en tan poco tiempo. Tal vez cuando precipitas el destino las cosas simplemente, no salen.

LEJOS  DE  ERIS  • FreenBecky •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora