CUARENTA Y OCHO

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Rebecca. Becky. Bec.

Todo el mundo le hablaba, todos se referían a ella. Curioso, cuando la mayor parte de su vida se la había pasado en la oscuridad. Becky, con su carácter impulsivo y su incapacidad para acatar las normas -o al menos eso decía su madre - nunca había tenido facilidad para hacer amigos. Siempre se había sentido más cómoda con los adultos, y para ella su paso por el instituto estaba siendo un mero trámite del que estaba totalmente desvinculada a nivel emocional.

Pero aquel día, en aquel lugar, todos se acercaban. Aunque nadie en realidad atravesaba esa cortina de agua que la separaba del resto del mundo. Había llovido por siete días, con sus siete noches. Como si el universo estuviera llorando con ella. El paraguas le cubría la cabeza y los hombros, pero sus botas estaban salpicadas del barro de aquel cementerio.

Su padre se había marchado; no tardó ni un segundo en salir de allí una vez terminó el acto. Becky a veces se preguntaba cómo podría alguien llegar a despegarse tanto de su propia madre. Sobre todo de alguien como su abuela. Porque Becky no tenía relación con su propia madre, pero su abuela no era cualquier persona; era un ser humano excepcional.

Desde que su mejor amiga murió hacía dos años, su abuela apenas salía de casa. Abandonó su club de lectura, abandonó su jardín, y la rutina se instaló en aquella casa cerca del río. Becky se mudó definitivamente con ella cuando aquello ocurrió. No soportaba verla tan sola, y la ausencia de Patty había dejado un agujero negro en su corazón que ella trataba de llenar; pero siempre supo que sin Patty, era cuestión de tiempo que su abuela se marchitara. Y ella la vio apagarse lentamente en aquella casa gigantesca llena de tristeza.

Becky no quería estar enfadada con su abuela por haberse marchado. No quería estar enfadada con Patty por morir y dejarla sola ¿Cómo podía sentirse así? ¿Cómo vas a enfadarte con alguien por morirse? Y sin embargo ese sentimiento la ocupaba por completo. En cada rincón de su cuerpo quemaba el dolor y la rabia y ahora, por primera vez, no tenía a quién contárselo.

El río sonaba tan fuerte que parecía como si le gritara cuando entró en aquel puente. Hacía frío, y el viento que se levantaba desde el caudal fiero que atravesaba aquellos hierros era helado. No era la primera vez que lo atravesaba, y tampoco era la primera vez que pensaba cómo sería dejarse caer y dejar de sentir. Hacía varios años que esa idea rondaba su cabeza, pero jamás podría haberle hecho eso a su abuela. Ahora ella ya no estaba, así que Becky no encontraba ningún motivo para no dejar que ese pensamiento la inundara por completo.

Pasó ambas piernas por encima de la barandilla y se acomodó durante unos segundos con la mirada perdida en el horizonte. Su pelo se movía por la fiereza del río, y prácticamente podía notar las vibraciones del hierro bajo su cuerpo. Era tan sencillo, solamente tenía que aflojar su agarre y dejarse caer y todo habría terminado. Sus manos empezaron a relajarse y sus ojos se cerraron, estaba lista para poner el punto y final, cuando un estallido la sobresaltó y la obligó a apretar de nuevo la barandilla metálica. Una bombilla de una de las farolas del puente había explotado.

Becky respiró, y durante unos segundos intentó recobrar la calma que aquel ruido inesperado le había quitado. Pero no le duró demasiado el silencio, porque como salida de la nada, la voz de una chica golpeó su espalda.

-Ho...Hola, hola buenas noches – Becky no reaccionó - ¿Estás bien? – Lo único en lo que podía pensar era en que necesitaba que aquella chica se fuera. – Eh...¿hola? – Sintió cómo la chica se acercaba despacio y su cuerpo hizo un movimiento involuntario. – Perdona no quiero molestarte pero te he visto aquí y no sé, ¿ocurre algo? ¿Necesitas ayuda?

Becky estaba desconectada de la realidad. Escuchaba la voz de aquella chica hablando sobre comer pizza, pero nada de eso le interesaba realmente. En su cabeza solo giraba el pensamiento de si tal vez alguien la echaría de menos cuando desapareciera. Sin Patty y sin su abuela en el mundo, las posibilidades de que alguien llorara su pérdida eran prácticamente nulas. Nunca pensó que sus padres fueran a echarla especialmente de menos. Sí, probablemente derramarían alguna lágrima, pero lo más seguro es que lo hicieran por cumplir con la imagen de padres torturados. Le hacía gracia pensar en eso, pensar en cómo ellos nunca se habían hecho cargo de sus emociones, pero serían los primeros en llorar en el funeral.

- Es bonito este río – dijo de pronto haciendo una pausa bastante larga – Sabes, a veces pienso en cómo el agua que pasa por aquí jamás es la misma pero a la vez sí. Es decir, viene, pasa y se va hasta el mar, y luego se evapora, llueve, y quién sabe igual vuelve a pasar por aquí. Aunque imagino que sería demasiada coincidencia que esa nube viniera a descargar justo aquí con la de viento que debe hacer allí arriba – levantó la vista al cielo donde se intuían algunas estrellas supervivientes a la contaminación lumínica – Pero, ¿y si volviera a pasar otra vez por aquí? ¿Tú crees que se acordaría? ¿Crees que diría oh, yo ya he visto este puente? ¿Estas caras? – hizo una pausa - ¿Crees que se acordaría de mí? -

Becky intentaba encontrar las palabras para explicar que su vida había consistido en una serie de olvidos cíclicos. Amigos que nunca había hecho, padres que nunca la habían acompañado, despedidas que le habían roto el corazón. Pero supo que jamás podría hacérselo entender a aquella chica llamada Freen que parecía tan amable y tan dispuesta a ayudarla. La camisa que le había prestado realmente la había reconfortado, y la miraba ondear con el viento mientras Freen hablaba de fondo, diciéndole que el río sí que se preguntaría quién era la chica que lo vigiló tanto.

- Al menos alguien lo hará - pensó antes de contestarle - Sí ... .Se lo preguntará- dijo en un susurro. Supo que la conversación había llegado a su fin.

– Venga va, la oferta de la pizza sigue en pie – escuchó que decía Freen. Pero Becky sabía que no iba a abandonar aquel puente a pie.

-Ojalá recuperes tu camisa – dijo mientras miraba fugazmente a la chica para ponerle cara antes del final – Gracias Freen, ha sido bonito hablar contigo. –

- Espera qué –

Becky soltó sus manos y se dejó caer. Le hubiera gustado poder explicarle a Freen que nada de eso era culpa suya, que no era su labor salvarla aquella noche porque realmente no había nada que pudiera salvar a esas alturas. Le gustaría haberle dicho que agradecía su tiempo, su intención, su ternura y su sinceridad. Que gracias a ella sus últimos minutos habían sido agradables, y que tal vez en otra vida o en otro mundo podrían haberse ido a tomar esa pizza, haberse hecho amigas o puede que algo más si ella no hubiera estado tan rota, si no hubiera deseado con todas sus fuerzas acabar con todo Le gustaría haberle dicho que ojalá no hubiera cruzado el puente aquella noche para no obligarla a presenciar aquello. Que ojalá hubiera pasado de largo para no tener que vivir recordando a aquella chica que saltó desde el puente de Eris, y deseó con todas sus fuerzas que la vida le diera la oportunidad de perdonarse por lo culpable que se sentiría. Deseó poder dividirse, para poder desaparecer y a la vez conseguir que ella no sufriera.

Deseó poder haber sido una mejor versión de sí misma para ella.

Deseó que no le doliera eternamente.

Deseó que Freen fuera feliz.



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LEJOS  DE  ERIS  • FreenBecky •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora