CUATRO

5.4K 582 39
                                    

-¡Freen!- Gritó Heng desde el otro lado de la sala - ¡Freen! ¡Ha sido maravilloso! - al chico le brillaban los ojos de la emoción.

- Gracias Heng - dijo Freen intentando volver a pasar desapercibida tras la lectura de los primeros capítulos de su libro y dedicatoria de muchos ejemplares. El sonido del corcho de una botella saliendo disparada la hizo saltar en su sitio y llevarse la mano al pecho.- ¡NAM! ¡Me vas a matar!-

Pero Nam estaba demasiado ocupada rellenado las copas de Irin, Heng y Freen - y todo el que estuviera cerca con un vaso en la mano-

-Por ti Freen -dijo levantando la copa haciendo que todos los demás la imitaran - porque tú también regreses como el agua. Te queremos -

Todos brindaron, y vitorearon. Y Freen sintió otra vez esa punzada de emoción en el estómago que llevaba tanto tiempo sin sentir. Tanto, que la confundía con ansiedad. ¿Pero y si esta vez no lo era? ¿Y si eso era algo como la felicidad?

Irin cerró la puerta con llave cuando la última persona salió del local. Dentro quedaron solamente Freen, Heng, Nam y ella que se unió a los tres amigos en la zona de lectura. Heng y Nam parecía que habían entablado una conversación bastante fluida, mientras que Freen algo más apartada bostezaba en un sillón con un ejemplar de su libro en el regazo.

-Ha venido muchísima gente, debes de estar orgullosa - dijo Irin - y se han vendido muchos libros. Ahora estás en muchas casas - sonrió.

-No me lo esperaba la verdad - dijo Freen pensativa - ha sido precioso. Ya ni me acordaba de cómo era sentirme así.

- Me alegro muchísimo. Esto es el principio, ya lo sabes. El principio de lo nuevo - Irin parecía realmente feliz por ella - ¿y ese? ¿te lo llevas para casa? debes de tener como veinte - dijo señalando el libro que Freen mareaba en sus manos.

- Es para Patty. Le prometí que le llevaría uno - dijo con nostalgia - por un momento pensé que vendría esta noche pero está tan mayor la última vez que hablamos estaba bastante resfriada. Imagino que no habrá podido -

- Le encantará que se lo lleves, estoy segura -

- Pero es que soy lo peor, ¿sabes que no sé dónde vive? - Freen rodó los ojos

- Bueno, siempre puedes pasar por la floristería -

-Estará cerrada. Pero he pensado preguntar en los locales de al lado. Seguramente alguien sepa decirme cómo ponerme en contacto con ella - Irin asintió. - Bueno - dijo mirando a sus dos amigos - estos dos no sé qué planes tienen pero yo creo que me voy a ir a casa -

Nam se reía con algo que le estaba contando Heng mientras el chico gesticulaba y movía la cabeza haciendo que su pelo negro se alborotara sobre su frente. Heng era muy simpático, y muy gracioso. Como ella misma antes de todo.

A veces Freen se preguntaba si había hecho algo mal en su proceso de recuperación. Ya sabes, como cuando desmontas algo y cuando lo vuelves a montar te sobra una pieza que no sabes dónde va. Y crees que todo está bien montado, y de hecho ese escritorio de Ikea es perfectamente funcional, pero aún así te sobra ese hierro que no tienes ni idea ni de dónde va ni de cuándo se supone que tendrías que haberlo atornillado. Y el escritorio aguanta tus libros, tu ordenador y toda la ropa que no guardas en el armario por pereza así que funciona; y como funciona, coges el hierro y lo guardas como si no hiciera falta. ¿Pero sabes qué pasa? Que en el fondo siempre sabrás que a ese escritorio le falta una pieza. Y a Freen le faltaba una pieza que no sabía ni dónde ni cómo ni cuándo iba a poder poner en el sitio que le correspondía.

A la mañana siguiente se levantó temprano. Nam seguía durmiendo, después de haberla escuchado llegar a las cuatro de la mañana guiándose con la linterna del móvil por el pasillo tras haberle repetido quinientas veces que no pasaba nada y que por favor se quedara con Heng el tiempo que ella quisiera. Aún así, entró a la habitación de Freen y le dio un beso en la frente esperando que la chica estuviera dormida. Pero Freen estaba despierta y por primera vez en mucho tiempo su estómago no se encogió cuando notó a otra persona cerca. Tal vez Irin tenía razón y era el comienzo de algo nuevo.

Salió de su apartamento sin hacer ruido, con el ejemplar de su libro en su tote-bag -junto a un puñado de tickets arrugados del supermercado enrollados en su cable de emergencia para cargar el teléfono, una revista que le obligaron a coger por la calle y que nunca encontraba el momento de tirar, y unas dos docenas de cosas inservibles-

Era una mañana bastante fresca a finales del invierno. Freen se había puesto unos vaqueros algo anchos y rectos, y un jersey oversize gris que siempre olvidaba que se le enganchaba con el colgante de un tulipán que siempre llevaba al cuello. Su gorra negra con letras blancas y sus auriculares inalámbricos en los que nunca se escuchaba música - los usaba para justificar el no entablar conversaciones innecesarias con desconocidos -

El sol le golpeó el rostro a la vez que el frío le rozaba las orejas; era una sensación maravillosa de la que nunca se cansaría. El sol del invierno, su cosa favorita del mundo junto con los tulipanes. Y ese día era una combinación de los dos. Aunque la floristería estuviera cerrada solamente la idea de volver a estar en su puerta ya le hacía cosquillas en el corazón. Caminó durante un rato sin prisa, disfrutando del paseo por las calles de la ciudad que la había acogido después de huir y que poco a poco había conseguido hacerla sentir menos fugitiva.

Casi sin darse cuenta llegó a la calle donde estaba la floristería de Patty, y sintió un pinchazo de algo que podría haber sido tristeza, pero una pena envuelta en todo el cariño con el que recordaba a aquella mujer. Se acercó mirando los escaparates de los locales colindantes, preguntándose a quién podría preguntarle cómo localizar a la anciana, cuando de pronto se dio cuenta de que la floristería estaba, de hecho, abierta.

El corazón le dio un salto. Aquello no se lo esperaba. ¿Patty habría vuelto a trabajar? No creo - pensó - la mujer estaba muy mayor y algo delicada de salud, y no tenía a nadie a quien dejarle el negocio. Ni hijos, ni familia. Freen de hecho pensó que le pediría a ella que se pusiera al frente de la floristería una vez no pudiera hacerse cargo, pero Patty no hubiera hecho eso, porque Patty sabía que Freen estaba destinada a escribir, y tomar las riendas de la floristería solamente le cortaría las alas.

Así que debía ser alguien más ¿pero quién? Dudó unos minutos en la puerta. No sabía si entrar o no. Al fin y al cabo quien fuera que había reabierto aquello no tendría por qué conocer a la anciana ¿no? ¿o sí? Un minuto. Dos. Tres. - Freen eres idiota, entra y ya está a las malas compras unas flores y para casa - Cuatro. Cinco. Seis. - Tienes piernas. Puedes moverlas. Cerebro dile a las piernas que se muevan - Siete. Ocho minutos. - Se acabó, voy a entrar.









*******

LEJOS  DE  ERIS  • FreenBecky •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora