OCHO

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Freen salió de la ducha y se sentó aún con la toalla enrollada a su cuerpo en el banquito pequeño que tenía a los pies de la cama. Había convencido a Heng y a Nam para que salieran juntos aquella noche. Ella les dijo cuál era su plan y ambos se mostraron bastante receptivos ante la propuesta de pasar algo de tiempo juntos. -Esos dos...- pensó Freen. Pero ella estaba bien con aquello. En realidad estaba bien - se dijo a sí misma mentalmente mientras su gato Sam se acurrucaba sobre la ropa que había dejado sobre la cama - Había estado mucho peor; mucho. Ahora simplemente notaba cómo aquella sombra se paseaba por su habitación mirando sus cosas, como una vieja amiga que lleva varios meses fuera y ahora de pronto vuelve y quiere hacer un pijama-party. Pero ella estaba bien. Había aprendido a no luchar con la sombra. Había entendido que una vez forjas ese vínculo con ella, es muy complicado echarla de tu vida, y que a veces por más que enciendas las lámparas de casa y por más incluso que las apagues, ella siempre aparece. Por eso Freen aprendió que la sombra era ahora tan parte de ella como podía ser la luz.

Se incorporó y miró el móvil. Aún tenía tiempo. Se puso un pantalón negro ancho, un top blanco que dejaba ver parte de su ombligo y una camisa blanca con las mangas dobladas hasta los codos. Su pelo otra vez perfecto caía a los lados de su cara. Se miró al espejo y ahí estaba ella, con su sombra al fondo, esperándola para salir juntas de casa. -Venga, vámonos.-

Entró en aquella sala conocida y la vez extraña con la misma sensación que siempre la acompañaba - ¿Qué narices estoy haciendo aquí? Si yo estoy bien - Y pensar eso siempre era señal inequívoca de que le hacía falta estar allí.

Era una estancia bastante grande, con varias mesas pegadas a las paredes con platos y vasos, algunos termos, algunas fuentes de comida y una cantidad bastante exagerada de galletas. Imaginaba que Charlotte estaría allí. Hacía kilos de esas galletas cada vez que se programaba una reunión.

Las sillas se disponían como siempre, en círculo justo en medio de la sala. Había varias personas de pie al lado de sus sitios, otras paseaban, y otras se mantenían alejadas, pegadas a las paredes. Las primeras veces supuso Freen.

Poco a poco todas las personas fueron ocupando sus sillas, dejando espacios entre unos y otros. Era lo que tenían las terapias grupales, que nunca te sientes del todo cómodo cuando alguien llora a tu lado. Así que Freen se sentó dejando un sitio a su derecha, y un chico pelirrojo que solía aparecer cada varios meses se sentó a su izquierda dejando un sitio de por medio. Era una especie de ritual extraño, como una costumbre, o una regla no escrita.

–Buenas noches a todas y a todos - dijo Charlotte. - Me alegro de que estéis hoy aquí. No importa el motivo por el que habéis cruzado esa puerta. Lo que importa es que habéis venido independientemente de si creíais que era una buena idea o una mala. Hoy...- El sonido de la puerta cerrándose interrumpió la presentación de Charlotte y Freen levantó la vista instintivamente y su boca se abrió sin querer.

-Lo siento, siento muchísimo llegar tarde. Es que no conozco muy bien la ciudad y me he perdido un poco - dijo la chica que claramente se veía apurada. - Siento haber interrumpido, de verdad. -

-No te preocupes - dijo Charlotte sonriendo - Eres...

- Rebecca - dijo - Bueno, Becky.-

- Bien Becky, bienvenida. No hay ningún problema, acabamos de empezar. Por favor siéntate y ponte cómoda -

- Gracias - dijo la chica paseando su mirada por el círculo de sillas hasta dar con Freen. Que le sonrió débilmente a causa de los nervios mientras Becky volvía a hacer eso de ladear la cabeza de forma adorable achinando levemente sus ojos.

Por un momento Freen temió que Becky se sentara a su lado. No por nada en especial, porque ella no iba a llorar aquella noche y Becky tampoco tenía pinta de querer ponerse a montar un drama de forma inminente. De hecho Freen no podía llegar a entender qué hacía Becky en una reunión como aquella. Juraría que si ella misma era la sombra, Becky era el sol. Y eso la intimidaba terriblemente.

Becky debió leer la mirada de pánico de Freen y escogió otro lugar para sentarse. No sabía si había sido una idea peor porque al estar casi de frente a ella, sus ojos se encontraban casi una vez por minuto. Y absolutamente todas las veces Freen sintió como si una piedra cayera en su estómago.

-Bueno - comenzó de nuevo Charlotte - como todos aquí hemos coincidido alguna vez, me gustaría preguntarle a Becky si querría compartir algo con el grupo para que la conozcamos mejor-

Becky sabía que eso ocurriría, pero no se sentía nerviosa. Lo había hecho un millón de veces; contar por qué estaba allí. Claro que no todas esas veces había estado Freen presente. Y esta vez sí. El destino era una cosa curiosa.

-Bien sí...vale, a ver - dijo Becky levantándose de su silla sacudiendo sus manos contra sus vaqueros - Me llamo Rebecca, y he llegado nueva a la ciudad hace relativamente poco. Quería cambiar un poco de aires y me ha surgido la oportunidad de hacer un trabajo que me agrada bastante, así que no me puedo quejar - Freen cada vez estaba más segura de que Becky se había equivocado de lugar. Pero la chica siguió hablando.

-He estado en varias ciudades y bueno, imagino que sabréis que contar siempre la misma historia es algo tedioso así que os daré la versión corta para que podáis participar todos como necesitéis. - Becky hizo una pausa mirando al grupo. Miró a Freen, pero retiró sus ojos a algún otro lugar antes de continuar - Como os he dicho me llamo Rebecca, pero todo el mundo me llama Becky. Tengo veinticuatro años y desde hace bastante me gusta asistir a grupos de apoyo porque creo que es bueno no dejar que las cosas se nos queden dentro demasiado tiempo. Y bueno, el motivo por el que empecé a asistir es porque hace seis años intenté sui/cidarme.

Freen notó como todo su sistema nervioso emitía una descarga . El destino era una cosa curiosa. Sin duda. 







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LEJOS  DE  ERIS  • FreenBecky •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora