VEINTICINCO

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Irin paró el coche delante de una cabaña de madera bastante grande. Freen y Heng no parecía que hubieran llegado aún, porque la furgoneta no se veía por ninguna parte. Becky cogió su macuto del maletero y siguió a Irin hasta la entrada de la cabaña. Era cerca de medio día y aunque la calidez del sol les caía sobre los hombros, los resquicios del invierno aún se dejaban notar incluso con los rayos en lo más alto del cielo.

-Guau, es enorme - dijo Becky.

-Todas las veces nos dan la misma. Siempre les hemos dicho que no nos importaría que nos dieran una más pequeña con literas o algo así, pero deben estar contentos con que volvamos cada año. Tiene cuatro dormitorios así que elige el que más te guste. - dijo Irin entrando en uno de ellos para dejar sus cosas. - Por cierto justo este que está pegado al mío es el que Freen elige cada año, te lo digo por si no quieres cabrearla más - bromeó desde el dormitorio.

Becky se rio, y por un momento pensó en elegir ese cuarto solo para ver qué cara ponía Freen al verla allí. Pero tenía la sensación de que no estaba la cosa como para tentar a la suerte y decidió ocupar el que estaba justo en frente.

Cuando estaba dejando sus cosas sobre la cama escuchó las ruedas de la furgoneta frenando delante la cabaña y los nervios regresaron a su estómago. Escuchó la voz de Heng hablando con ella mientras se acercaban a la puerta de la cabaña.

-¡Hemos llegado! - gritó Heng

-¡Aleluya! - contestó Irin desde su dormitorio

Becky se asomó y apoyó su cuerpo sobre el marco de la puerta, dejándose caer sobre su hombro y cruzando los brazos sobre su pecho. Vio como Heng y Freen entraban cargando con sus cosas. Freen fue directamente a la habitación que Irin había calificado como "la habitación de Freen" y entró sin mirar a ninguna parte. Becky vio cómo dejaba sus cosas sobre la cama y cogía aire profundamente. No le quitó la vista de encima en ningún momento. Ni cuando se estiró moviendo su cuello para los lados con los ojos cerrados, ni cuando se acomodó el pelo que caía sobre su pecho para que no se enredara con el gorro de su sudadera negra, ni cuando se giró y de pronto se percató de la presencia de Becky, que no se inmutó cuando los ojos de Freen se encontraron con los suyos directamente por primera vez en todo el día.

Freen abrió ligeramente la boca de la sorpresa, no se esperaba ver a Becky ahí, observándola. Becky sonrió, y levantó una mano en señal de saludo. Freen hizo lo mismo, con una mueca que pretendía ser una sonrisa.

-Bueno, pues creo que deberíamos ir al pueblo a comer y así estaremos allí para cuando abran por la tarde - dijo Irin saliendo del cuarto - Luego podemos comprar algo para cenar y quedarnos aquí esta noche, nos han dejado leña para la chimenea- De pronto se dio cuenta de que Freen y Becky estaban cada una en su habitación mirándose la una a la otra como si estuvieran en un concurso de aguantar miradas - menudo fin de semana nos espera - pensó.

El pueblo resultó ser un lugar encantador. Cinco calles a lo sumo, con casas de colores de una o dos plantas y escaparates coloridos. Muchos bares llenos de vecinos compartiendo risas a mediodía, tiendas de regalos y música folk saliendo de los locales. Becky no entendía cómo un lugar así podía existir a la par que el lugar de donde ella venía. Tan gris, tan oscuro, tan impersonal. Se dejó contagiar por el espíritu del lugar, de esa vibra de tranquilidad y por esa luz del sol del invierno que le calentaba la cara mientras caminaban calle abajo.

Se detuvieron a comer en una terraza cerca de un parque. Freen seguía sin sostenerle la mirada durante más de un par de segundos, y ya de mantener una conversación ni hablar. Sin embargo parecía que su enfado había disminuido considerablemente, porque al menos toleraba caminar a su lado.

LEJOS  DE  ERIS  • FreenBecky •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora