Día Cero

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"Florecer.

Créeme, nunca es el fin. Se irá, lo olvidarás y el día menos pensado dejará de doler. Aprenderás la lección y volverás a ti; a tus sueños, a tu ternura y a tus ganas de amar. Regresará la felicidad a tu vida y las heridas saldrán de tu corazón; y volverás más fuerte que nunca, porque las personas como tú, jamás dejan de florecer."

J. Wallen.


Punto Muerto

EL PAÍS DE LO QUE NUNCA SERÁ


Capítulo 1

Día cero

Él había sido el amor de mi vida. Yo le había dado todo lo que era, mis días buenos, mis besos, mi tiempo, mi cuerpo, y ahora aquello se resumía a nada, a un punto muerto.

Grité su nombre maldiciéndolo, no podía creer que eso estuviera pasándome, jamás había creído que nuestro maravilloso y mágico cuento de hadas se terminaría tan abruptamente antes de llegar al felices para siempre. Mi mundo se encontraba destrozado en mil pedazos por el suelo de la sala, mi corazón comenzó a sangrar como si una bala lo hubiera perforado, el disparo había sido directo y a muerte, el cual duró exactamente diez minutos de una fatídica llamada telefónica.

Todavía resonaban en mi cabeza las palabras que él había dicho para terminar nuestra relación. En su voz no percibí dudas ni remordimiento, había recitado su discurso de una manera tan trágicamente perfecta, que no me dio tiempo para reaccionar, sólo sentí como lentamente me quebraba con lo que decía. Cuando quise intervenir, él me paró tajantemente y prosiguió con su guion de historia dramática, digno de un ganador de un Óscar.

No me cabía duda de que esa situación no tenía nada de improvisado, sino que se había tomado el tiempo necesario para determinar su decisión. Así siempre era él, tan frío y calculador, tan analítico hasta el último detalle. En medio de alguna frase que yo estaba diciendo, simplemente se despidió y sin importarle lo más mínimo cómo me sentía, me colgó.

Como una loca desquiciada le había marcado de nuevo, y en cuanto me contestara estaba dispuesta a rogarle, a humillarme con tal de que recapacitara y nos diéramos otra oportunidad, sin embargo no contestó ninguna de mis llamadas esa noche.

En medio de una profunda oscuridad, me quedé llorando en la sala, sentada en el suelo. Aquellos diez minutos habían sido demasiado dolorosos, como si me hubieran desgarrado por dentro.

Grité y grité por la herida, no sólo mi corazón agonizaba, sino que mi propia existencia se desvanecía, como una vela en la que su luz va apagándose poco a poco hasta que se extingue por completo, así se encontraba mi vida, acabándose en ese momento, con la esperanza de que un milagro apareciera en el último minuto para salvarme de mi inevitable muerte. Que nos salvara a los dos, que acabara con aquella insoportable pesadilla para volver a las páginas de nuestro hermoso cuento, en el que reinaba la felicidad y el amor. En dónde existiera una vida juntos hasta la muerte.

A pesar de mi esfuerzo, de mi persistencia, él no había regresado las llamadas, ni los mensajes. Entrada la madrugada aventé con desesperación el celular, con mis manos tapé mi rostro y con las rodillas pegadas a mi pecho seguí llorando, murmurando una y otra vez que no era cierto lo que estaba pasando.

Me mentí para no romperme por completo, me dije a mí misma que se trataba de una simple equivocación, y que en cualquier instante sonaría mi celular para que él me dijera que me amaba, y entonces mi dolor se detendría, y le perdonaría todo, hasta de provocar mi casi muerte.


Simplemente yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora