Día 224 sin ti

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PUNTO DE PARTIDA

NAYARIT

Capítulo 33

Día 224 sin ti


Me quedé profundamente dormida en el splinter que me llevaba a pasar un puente largo a la playa. Me sorprendí al escoger aquel destino, puesto que no era mucho de sol, arena y mar, siempre prefería ir a una cabaña o a una ciudad a vacacionar, sin embargo decidí que ahora quería algo diferente.

Como inicié mi viaje muy temprano, el movimiento de la camioneta me arrulló y caí en los brazos de Morfeo. Aproximadamente a las doce del día me encontraba llegando al hotel, en el que me quedaría en Playa de Mita.

Debido a que llegué muy temprano, en la recepción cuidaron de mi equipaje, y con lentes de sol y un sombrero playero comencé a disfrutar de mi estancia en ese lugar. Mi primera parada obviamente fue el bar que se ubicaba en la alberca, y lentamente el alcohol hizo que me olvidara un poco del calor infernal que hacía.

Mientras degustaba de mi bebida, sonreí para mí misma, aquellas vacaciones sin duda se sentían totalmente diferentes, esta vez estuve a gusto desde el primer minuto en que inicié el viaje. Sentada en el bar mirando a mi alrededor, me di cuenta de que en las últimas semanas algo había cambiado en mi vida, me sentía feliz, la sombra de mi pasado ya casi no pesaba. Luego de mi regreso de Mazamitla, reconocí que había liberado mi equipaje emocional, la chica que estaba ahí sentada en el bar disfrutaba de estar sola.

Claro que todavía me dolía mi ruptura, no obstante la herida dejó de sangrar, todavía seguía en proceso de cicatrización, pero eso era ya lo de menos. Por primera vez en mucho tiempo vivía el momento, aprovechaba cada minuto de mi vida, por esa razón me encontraba ahí bebiendo algo delicioso y moviéndome en la silla al compás de la música.

Poco tiempo después fui hacia el comedor, sin ninguna culpa y sin tener revuelto el estómago, comí todo lo que se me antojó, luego fui a la recepción para la entrega del cuarto. En seguida de aventar la maleta y ponerme un traje de baño de dos piezas en color amarillo, me encaminé hacia la alberca. Ahí me instalé en una sombrilla, saqué mi libro favorito y me quedé entretenida en la lectura.

De vez en cuando sentía que alguien me observaba. Al principio no hacía caso, sin embargo por curiosidad decidí voltear disimuladamente y encontré a un chico muy guapo al otro lado de la alberca mirando hacía mi dirección, quien al ser descubierto sólo atinó a levantar la mano como saludo, yo le respondí con un movimiento de cabeza y volví a zambullirme en la lectura.

Cuando el sol bajó un poco, dejé el libro en la mesa que tenía a un lado con mis cosas, me puse bloqueador solar y me metí en la alberca. Afortunadamente pude moverme a mi antojo puesto que no había mucha gente, de hecho a pesar de que era puente largo, las instalaciones del hotel no estaban llenas.

Nadé de un lado a otro con tranquilidad y me percaté unas cuantas veces de que ese muchacho seguía viéndome, aun así lo ignoré. Después de un rato, salí de la alberca y fui a mi habitación a arreglarme para la cena.

Nuevamente en el comedor me despaché con lo que quise, acompañando mi cena con unas cuantas copas de vino tinto. Cuando me sentí satisfecha, me dirigí hacia el bar cerca de la playa, en donde podía contemplar el paisaje.

De repente percibí que alguien se sentó a mi lado. Sorprendida volteé hacia mi costado derecho y descubrí al chico de la alberca.

- ¡Hola! ¿Cómo estás? - saludó animosamente con una gran sonrisa en el rostro.

- ¡Hola! Estoy bien, ¿y tú? - respondí divertida por la escena.

- También estoy bien, gracias - extendió su mano hacia mí - Me llamo Pablo.

- Yo soy Katherine - le estreché la mano - No eres de aquí, ¿verdad? - comenté debido a que percibí un acento diferente en su voz.

- Soy de España - contestó el chico divertido por el descubrimiento.

- Pues, ¡bienvenido a México! - comenté demasiado festiva.

Él sonrió por el caluroso recibimiento.

- Yo soy de Jalisco - continué inmediatamente - Ya sabes, la tierra del mariachi y del tequila - dije bromeando.

- ¡Oh, claro! - respondió esbozando una amplia sonrisa - Nunca he estado ahí, pero dicen que es muy bonito.

- Es realmente hermoso. Deberías ir algún día. Quizás me ofrezca para ser tu guía particular - respondí y luego di un sorbo a mi copa de vino un poco coqueta.

Pablo volvió a sonreír ante mi ofrecimiento. Duramos unos segundos en silencio, en esos momentos mi yo interna no podía creer lo que hacía, pues ahora era yo la que empezaba el coqueteo, lo cual era impensable de acuerdo a mis experiencias pasadas, aquello era algo nuevo y excitante, me estaba gustando esa nueva yo.

Pablo y yo platicamos por un buen rato sobre muchas cosas y luego nos fuimos a bailar a la discoteca del hotel. Ya entrada la madrugada me acompañó hasta mi habitación.

- Me divertí mucho contigo - comentó Pablo tratando de tomar mi mano.

- Yo también - respondí esquivando divertidamente la suya.

- ¿Crees que nos podamos ver mañana? - preguntó el chico dulcemente.

Lo miré detenidamente, no podía negar que él estaba muy bien, quizás podríamos pasar un buen tiempo juntos.

- Creo que no - respondí de repente - Eres una persona encantadora, sin embargo vine hasta aquí para pasar un tiempo sola. No sé si lo entiendas - terminé diciendo sutilmente.

- Sí, lo entiendo - contestó de buena manera - Si cambias de opinión, estaré por aquí hasta el domingo.

- No lo creo, aun así gracias - solté sonriendo en forma de juego.

Nos despedimos y entré a mi habitación. Percibí algo extraño, no me sentí culpable por haberlo rechazado, de hecho estaba feliz porque no tuve la necesidad de buscar compañía, de refugiarme en otro hombre.

Me preparé para ir a la cama, cuando apagué la luz pensé en aquellos hombres que había conocido en los últimos meses: David, José y Ernesto. Cada uno de ellos me atrajo de una forma distinta y aunque todos me propusieron algo más, jamás consideré estar con ellos realmente.

Solamente existía uno, la excepción a la regla que pudo haber cambiado todo si hubiera aceptado su proposición, y que el dejarlo, todavía resonaba en mi mente y en mi corazón. Carlos era diferente, de alguna manera me llenó por completo, no había sido un reemplazo de mi némesis, él simplemente había sido Carlos.

Pensé que quizás si no hubiera estado demasiado rota cuando lo conocí, tal vez me hubiera arriesgado a tener una oportunidad con él. Meneé la cabeza para alejar ese pensamiento, tenía que dejar de pensar en lo que nunca sucedió, y no sucedería. Cerré los ojos y caí profundamente dormida. Se notaba que sanaba, ya no existían monstruos o fantasmas que atormentaran mis sueños, había dejado de tener pesadillas, mi mente estaba libre de sufrimiento y entonces me di cuenta, ya lo había superado.

Simplemente yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora