El sábado por la mañana fue muy poco revelador. Un dolor de cabeza horrible no me dejaba pensar. Me levanté y miré el desastre en el que estaba hecha. Tropecé con la botella y la levanté, agradecí el no haber muerto por una congestión alcohólica y me metí a la regadera.
Mientras caía el agua por mi cuerpo, recordé lo que pasó la noche anterior y de aquella llamada que no recibió contestación.
Pensé que por algo ocurrían las cosas, así que me comprometí a no volver a tocar el celular en mi estancia en Toluca. Cuando salí del baño, me arreglé y guardé el móvil en lo profundo de la maleta. Llamé a mi casa desde el teléfono del hotel y les comenté que mi celular había tenido un pequeño accidente y no funcionaba, obviamente se trataba de no más que una mentira, lo que quería en ese instante era alejar las tentaciones de volver a cometer la locura de anoche, porque quizás ya no correría con la misma suerte y esa vez si responderían al otro lado del auricular.
Tomé un taxi que me llevó al pueblo mágico de Metepec. Al arribar me di cuenta de que todavía era bastante temprano, así que me senté en un restaurante de la plaza principal a desayunar en lo que se activaba el comercio. Gracias a la cruda que tenía pude comer mejor que las semanas pasadas y luego emprendí mi caminata para conocer el lugar. Tomé hermosas fotografías del primer cuadro del pueblo y después visité los locales comerciales. Quedé asombrada del trabajo de la gente de ese pueblo, compré unos regalos para mi familia y un hermoso árbol de la vida que decoraría mi casa.
Ya en la tarde-noche me regresé a Toluca. Antes de llegar a mi hotel, pasé a una tienda para comprar la cena y una vez más otra botella de vino tinto. Entré al hotel, en el lobby todo estaba tranquilo, mientras caminaba rumbo a mi habitación un chico de la recepción me miró y luego a la botella de vino tinto.
- Mi turno termina a las nueve - dijo el recepcionista seriamente.
- ¿Disculpa? - dije volteándolo a ver sin entender su comentario.
- Salgo a las nueve de la noche por si necesitas compañía para tomarte eso - señaló la botella.
Todavía confundida miré al chico y en seguida a la botella, seguía sin entender el por qué me estaba proponiendo aquello.
- Gracias - respondí tontamente sin saber qué hacer.
El chico me guiñó un ojo y me regaló su mejor sonrisa, yo salí corriendo hasta mi habitación. Luego de estar bajo la protección de las paredes de mi cuarto, acomodé mis compras en la mesa y abrí la botella. Cuando me servía entendí el por qué el muchacho de recepción se propuso para hacerme compañía, ya que había comprado otra vez una de dos litros. Quizás para él era raro que una chica como yo pudiera tomarse todo eso en una noche. Solté una carcajada, se notaba que no me conocía, desde hacía cinco meses empecé a tomar mucho alcohol. Suspiré lentamente, pensé que ni yo me conocía últimamente, la chica que aparecía en el espejo no era la que yo recordaba, no podía identificarme con ella, para mí era una completa extraña.
Maldije en voz alta, desde que ese hombre me dejó, no sólo se llevó con él mi felicidad, sino también a la persona que era yo. Creía firmemente que mi peor pesadilla había empacado en su maleta aquella chica linda, servicial y soñadora, ahora ya no quedaba nada de ella. Pensé que quizás ni él mismo reconocería en mí a la mujer que alguna vez había amado.
En la segunda copa me sentí demasiado sola y eso que todavía no estaba ebria. Mi ansiedad comenzó a aparecer y me hizo lanzarme hacia la maleta para buscar el celular. Una voz en mi cabeza me gritó que no lo hiciera y desistí de la búsqueda.
Al servirme la tercera copa, comprendí que era muy aburrido tomar sola. Recordé al recepcionista, lo pensé por unos minutos. Levanté una de las cejas, si me ponía a pensar el muchacho no estaba nada mal, de hecho, tenía un atractivo que podía derretir a las chicas. Sin pensarlo más fui hasta la recepción, primero revisé que no hubiera nadie más y cuando confirmé que no existían monos en la costa, me acerqué a él.
- Sí - atiné a decirle al recepcionista cuando nuestras miradas se cruzaron.
El muchacho sonrió y yo me alejé antes de que él pudiera decir algo. Entré a mi cuarto sonriendo como loca, sabía que no le había dicho mi nombre, ni el número de mi habitación, lo cual hacía más divertida la situación. Si realmente estaba interesado en la propuesta, haría lo necesario para averiguar esos datos.
Me senté en la cama y comencé a balancear las piernas como niña pequeña a la espera de su llegada, no faltaba mucho para que se hicieran las nueve. Voltee a todos lados tarareando una canción y a las nueve con diez minutos tocaron a la puerta, fui hasta la entrada lentamente y la abrí.
Encontré al muchacho ahí parado sonriéndome divertido, yo inmediatamente lo invité a pasar, fui hasta la mesa y serví vino para los dos. El recepcionista se sentó en una de las dos sillas de la mesa, yo hice lo conducente con la otra y le ofrecí el vaso de vino.
Mientras tomábamos estuvimos platicando. Su nombre era Ernesto, egresado de la carrera de biología y que trabajaba en el hotel por las tardes para pagar su maestría. No podía evitar pensar que él cumplía con los requisitos para ser un galán de telenovela.
El tiempo se pasó rápido, así como la botella de vino tinto. Nos despedimos ya entrada la madrugada y a último momento concertamos una cita para vernos al día siguiente.
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Simplemente yo
Romance"Él había sido el amor de mi vida. Yo le había dado todo lo que era, mis días buenos, mis besos, mi tiempo, mi cuerpo, y ahora todo se resumía a nada, a un punto muerto." Katherine era una chica que vivía solamente para una persona, su mundo giraba...