A las seis de la mañana volvió a sonar mi despertador, para variar ya estaba despierta antes de que sonará, pues no había podido dormir. Me puse a pensar en cuánto tiempo me tardaría en morir por no dormir adecuadamente. Me levanté de la cama sin ganas, puesto que deseaba estar tumbada sobre ella para llorar por la pérdida del amor de mi vida. A pesar de ello con mucha dificultad me arreglé para mi siguiente tour que me llevaría a diferentes lados, especialmente a Hierve el Agua.
Mientras esperaba en la sala principal del hotel a que pasaran por mí, mi mente se fue a seiscientos cinco kilómetros de distancia con destino a la Ciudad de México en donde mi exnovio estaría, tal vez en ese momento trabajando como siempre, en su impecable traje, quizás traería puesto alguna de las tantas corbatas que le había regalado y luciendo su hermoso cabello negro peinado hacia atrás.
Una voz a lo lejos pronunciando mi nombre me devolvió a la realidad, voltee hacia su dirección y me encontré de frente con el conductor del recorrido pasado, me puse nuevamente nerviosa y me levanté en cuanto él me preguntó si estaba lista para salir.
De nueva cuenta me ayudó a subir a la camioneta y comenzamos nuestro viaje hacia El Tule, para conocer el árbol con el diámetro del tronco más grande del mundo. Me quedé embelesada cuando el conductor, que para entonces supe que se llamaba Carlos, ahora sería nuestro guía turístico y estaría acompañado de otra persona que fungiría como el chófer.
Sin querer me encontré poniendo más atención a lo que Carlos decía, me reía con sus chistes y de vez en cuando aparecía alguna sonrisita tonta en mi rostro. Inconscientemente aquel hombre me atraía, pues había algo en él que me encantaba. En nuestro paseo por el Árbol de El Tule, caminé a su lado mientras hacía su explicación, la corta distancia que nos separaba me hizo sentir cosas que tenía tiempo que no sentía, y que pensé que no volvería a sentir jamás.
Luego de nuestro primer punto, nos dirigimos hacia Teotitlán del Valle para ver el proceso de elaboración de tapetes de lana y después al pueblo mágico de Mitla, la Ciudad de los Muertos. Puedo confesar que quedé fascinada con esta zona arqueológica, tanto que cuando menos lo pensé ya me encontraba platicando demasiado con Carlos sobre la historia de ese sitio, para lo cual el guía muy cordialmente respondía mis preguntas. En lo que esperábamos al resto del grupo en la camioneta para partir hacia Hierve el Agua, se me ocurrió preguntarle a Carlos sobre qué lugares me recomendaba para poder salir por la noche, podrían ser cafeterías o hasta bares, este me sugirió unos cuantos sitios que solía frecuentar por el rumbo del centro.
De repente algo me hizo ser impulsiva por un momento, puesto que me atreví a invitar indirectamente a Carlos a que me acompañara a alguna de sus recomendaciones luego de terminar la excursión.
Él se sorprendió ante la propuesta y se ruborizó, fue entonces cuando me di cuenta del atrevimiento que cometí e inmediatamente me disculpé y finalicé diciendo que la invitación estaría abierta por si quería ir y podría llevar a alguien, incluso podría ir con su novia, si es que la tenía. Carlos agradeció dulcemente y respondió que lo pensaría.
Por obra de la gracia de Dios, por así decirlo, comenzaron a llegar las demás personas del grupo y así pude evitar un silencio incómodo con Carlos. Cuando estuvimos completos nos dirigimos hacia Hierve el Agua. Llegando allá, Carlos nos dio indicaciones para visitar el sitio y fijamos una hora de encuentro para partir al siguiente rumbo, esta vez él no nos acompañaría, nos daría una hora con cuarenta minutos de recreación libre, así que tomé mi sombrero, me puse mis lentes de sol y empecé a vagabundear sola por la zona.
Primero me dirigí hacia los pozos que se encontraban en la zona, en los que tomé fantásticas fotos y después con una gran decisión comencé a descender para poder ver desde abajo la gran y majestuosa cascada petrificada. Mientras bajaba no pude evitar pensar en el hombre que me había dejado. Sabía que aquel paraje le hubiera encantado por completo, ya que era el tipo de actividad que le fascinaba realizar. Mi némesis siempre fue muy atlético, hacía ejercicio y hasta participaba en maratones, por lo que las excursiones como la que realizaba en ese momento eran algo que lo llenaban de vida, incluso recordé que alguna vez en nuestro tiempo juntos hablamos de viajar justamente a Oaxaca y tomar todos los recorridos que yo hacía en ese entonces.
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Simplemente yo
Dragoste"Él había sido el amor de mi vida. Yo le había dado todo lo que era, mis días buenos, mis besos, mi tiempo, mi cuerpo, y ahora todo se resumía a nada, a un punto muerto." Katherine era una chica que vivía solamente para una persona, su mundo giraba...