Día 167 sin ti

2 0 0
                                    


La mañana de mi cuarto día en Oaxaca el mundo brillaba un poco más, esa noche pude descansar, por lo menos la alarma no me encontró despierta ese día. Me levanté contenta y me arreglé para disfrutar de mi penúltimo día en aquella maravillosa ciudad. Todo el día lo dedicaría a recorrer las calles para comprar regalos para mis amigos y familiares más cercanos. Luego de desayunar en el Mercado 20 de noviembre, recorrí las calles en busca de los obsequios más hermosos. Mientras observaba unos alebrijes sentí que mi teléfono sonó con una notificación de un mensaje. Saqué el celular de la bolsa y el solo hecho de ver el nombre del destinatario me hizo sonreír como tonta, pues en este Carlos me deseaba un bonito día y me invitaba a volver a salir. Yo de inmediato le contesté el mensaje y acordamos vernos en el mismo sitio, a la misma hora.

Con una segunda cita agendada, me pasé lo que restaba del día tarareando las más hermosas melodías y flotando en vez de caminar por las calles. Cuando se hicieron las seis de la tarde corrí hacia el hotel para arreglarme. Esta vez con otro vestido, pero a los hombros y en color amarillo, con zapatos abiertos de tacón alto en color piel, con el cabello planchado y acomodado en una cola de caballo, me dirigí hacia el encuentro con el hombre que hacía que mi mundo girara en un ángulo de ciento ochenta grados con dirección a la felicidad.

En esta segunda cita Carlos fue vestido para la ocasión y fuimos hacia uno de los restaurantes del zócalo. En la ciudad se notaba el ambiente de un jueves por la noche, y nuevamente me sentí en las nubes con él. Por unas cuantas horas me olvidé de mi desgarrador pasado y de la finalidad de mi viaje. Mientras platicábamos en el restaurante, afuera se colocó un grupo de marimba que comenzó a tocar invitando a la gente a pararse a bailar. La música era tan buena que la gente salía a la calle a bailar al ritmo del son que les pusieran. Cuando menos lo pensé Carlos extendió su mano hacia mí como invitación a bailar, yo después de meditarlo unos segundos la tomé, el roce de su piel con la mía me hizo temblar, como si una corriente eléctrica hubiera pasado entre los dos.

Ambos bailamos un buen rato. Descubrí que Carlos era una excelente pareja de baile y cuando el grupo anunció que tomarían un descanso, los dos volvimos a nuestra mesa. No sé si era por lo que estaba empezando a sentir por él en ese momento o la gran cantidad de alcohol que ya corría por mi sangre, que se me cruzó por la mente besar esos labios que me incitaban hacerlo. Meneé un poco la cabeza discretamente para quitar aquellos locos pensamientos, no quería arruinar ese instante. Para las doce de la noche Carlos de nueva cuenta me acompañó a la puerta de mi hotel. Yo no quería que se fuera, sin embargo, el guía tenía que trabajar al día siguiente, así que como una niña me aguanté mi berrinche.

Antes de despedirnos, nos quedamos unos minutos en silencio, era obvio que ninguno de los dos quería irse, no queríamos despedirnos, porque ambos sabíamos que aquella noche era mi última en Oaxaca, puesto que al día siguiente salía el vuelo que me regresaría a mis tierras tapatías.

Carlos suspiro hondo varias veces, de vez en cuando abría un poco la boca para decir algo, que parecía no llegar.

- Buenas noches, Carlos. Muchas gracias por estos días, fueron fabulosos - dije en tono de despedida.

- Muchas gracias a ti. Yo también me la pase muy bien - contestó el guía en voz baja.

Volvimos a quedarnos en silencio unos segundos. Entonces sin saber cómo, ni en qué momento, Carlos tomó mi cabeza con sus manos y me besó. Al sentir el roce de sus labios le respondí de inmediato. Aquel beso fue mágico, parecía que el mundo se detuvo a nuestro alrededor. Ese instante transformó todo para mí, marcó un antes y después en mi vida. Incluso superó al primer beso que tuve con el fantasma que me seguía a cualquier lado.

Entonces él se separó unos cuantos centímetros de mí y me miró a los ojos dulcemente.

- No te vayas - dijo de repente el chico - Quédate unos días más - rogó.

- No puedo - contesté sintiendo el gran deja vu encima - Mañana sale mi vuelo a casa.

- Entonces deja perder el avión, por lo menos quédate hasta el domingo, por favor - rogó en voz baja el guía - Por favor - repitió ya tocando mis labios con los suyos.

Yo no pude responderle, pero mi reacción le dio la contestación, ya que me abalancé sobre él para besarlo, y ahí supe que me costaría dejar esa ciudad, porque me dolería alejarme de él.

Simplemente yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora