Día 29 sin ti

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Punto de encuentro


COLIMA


Capítulo 8

Día 29 sin ti


El splinter que me llevaba lejos de mi ciudad era reconfortante. Cerré un poco los ojos, estaba algo nerviosa porque aquella era la primera vez que salía del estado sola, aun así, entendía que si iba a emprender un viaje para encontrarme a mí misma tenía que ser de esa manera.

Dormité un rato en el trayecto el cual no sería muy largo, ya que elegí, como primer destino la ciudad de Colima, ubicada a unos ciento noventa y siete kilómetros aproximadamente de distancia. Tenía un nudo en el estómago, nunca había sido de las personas que se aventuraran a lo desconocido sin planearlo meticulosamente, puesto que siempre debía de tener todo fríamente calculado.

Maldije para mí misma, aquello era una de las tantas cosas que la sombra de mi pasado me había dejado. Mi expareja siempre prevenía hasta el más insignificante detalle, nada podía escaparse, y para mi desgracia sucedía de acuerdo con su plan.

En el tiempo en que fuimos novios, me enseñó muchas cosas, y lo peor es que había sido un excelente maestro porque todas sus manías las aprendí de memoria.

El recorrido hacia mi destino terminó aproximadamente a las doce del día. Me bajé del splinter, tomé mi maleta y caminé rumbo al hotel que se localizaba a una cuadra del centro histórico.

Ingresé en el hotel, debido a que llegaba antes del horario de entrada, me guardaron mi equipaje en lo que se hacía la hora para asignarme la habitación. Con los lentes de sol puestos, me dirigí a dar un paseo por las calles de la ciudad. En mi recorrido aproveché para localizar algunos lugares en los que podría tomar alimentos en los tres días que duraría mi estancia.

Mientras caminaba por la plaza principal, mi mente se encontraba algo nublada, todavía no podía sacarme de la cabeza al hombre que hacía que agonizara. Él era la razón por la que yo estaba tratando de alejarme de mi ciudad natal, ya que intentaba juntar las piezas de mi corazón que este había esparcido luego de su partida.

Intenté respirar hondo, después de aquel fatídico día en que me llamó para terminar conmigo, no podía respirar bien, pues sentía todo el tiempo que algo me oprimía los pulmones, impidiendo la respiración. No sólo esos órganos fueron los afectados con su despedida, sino que mi corazón se llevó la peor parte, ya que contenía una herida profunda que no dejaba de sangrar.

Me regañé a mí misma, se suponía que el viaje que realizaba era precisamente para olvidarme de él, y justamente pasaba lo contrario. Por andar en las nubes sin querer tropecé con alguien. Sacudí la cabeza y volteé hacia la persona que había golpeado por error.

Un muchacho de aproximadamente treinta y cinco años, de tez morena-clara me miró molesto, por lo que me disculpé. Ante mi comentario, únicamente me contestó de que no había problema.

Seguí mi camino sin realmente apreciar el lugar que pisaba. Maldije otra vez, no entendía por qué me había entercado en realizar aquel viaje, creía en mis locos pensamientos de que en ese preciso momento debía estar a más o menos cuatrocientos ochenta y dos kilómetros, exactamente en la Ciudad de México, tratando de arreglar mi relación amorosa.

Me culpé por no estar haciendo lo posible por recuperarlo. No obstante, la otra parte de mi cerebro me decía que ya lo había hecho, que todo lo que yo intentara hacer sería inútil, porque era él quien no quería estar conmigo. Mi raciocinio me pedía que lo entendiera de una vez por todas, que por más que insistiera o rogara no lo haría cambiar de opinión, lo único que lograría sería tirar al suelo la poca dignidad que me quedaba.

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