Día 9 sin ti

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La mañana del domingo me encontró despierta, puesto que no había podido dormir. Todavía me sentía horrible y cada vez estaba peor, quizás era porque el alcohol desaparecía de mi organismo. Desde el día anterior decidí no volver a beber, aunque sea por un tiempo, hasta cuando pudiera tomar con calma, y no como una forma de evadirme ante el dolor que sentía en mi corazón.

Durante el sábado me la pasé con Eloina arreglando mi casa, que se encontraba como si un huracán hubiera azotado en aquel lugar, aunque de alguna manera eso había sucedido, únicamente que esta catástrofe natural llevaba nombre y apellido, y sobre todo que era un hombre de carne y hueso.

Ahora que ya no corría el alcohol por mis venas, vivía la cruel realidad. Sentía que la situación era más dolorosa, y a pesar de los ya varios días que habían pasado separándome de esa trágica noche, no creía que estuviera mejorando, sino que empeoraba.

- A veces para sanar hay que caer al abismo.

Esas palabras las había dicho mi mejor amiga antes de irse, y quizás tuviera razón. Me senté en la sala y el profundo silencio que rondaba por todas partes me daba miedo. Suspiré y traté de respirar profundamente para calmar la ansiedad. Aquel hombre no sólo me destruyó, sino también al lugar sagrado que creé como mi refugio. Sentía que mi casa había dejado de ser mi hogar, por todos esos momentos felices que pasé con él, y que me atormentaban en cada rincón. Tal vez físicamente él jamás volvería a estar ahí, sin embargo, su fantasma estaba condenado a vivir en ese espacio para toda la eternidad, maldiciendo mi sitio favorito en el mundo.

Entonces lo entendí, no podía estar ahí por mucho tiempo, tenía que buscar una nueva forma de vivir. Eloina me propuso que hiciera una de las tantas cosas que me gustaban, viajar. Al principio lo había tomado de una buena manera hasta que ella comentó que debía de hacerlo sola, que necesitaba irme de ahí para poder encontrarme a mí misma, que en cuanto aprendiera a aceptarme, entonces mejoraría.

Claro que me rehusé a viajar sin acompañante, nunca había salido a otra parte sola, el simple hecho de pensarlo hacía que el miedo se apoderara de mí, no obstante, en la tarde del domingo acepté en intentarlo. Eloina tenía razón, debía encontrar a la yo del pasado, y en ese trayecto era necesario hacerlo por mí misma, sin nadie más.

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