Día 111 sin ti

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La mañana del jueves me recibió despierta, llorando en el baño. Aquel lugar hacía que agonizara rápidamente, tenía que salir lo más pronto posible de ahí. Agradecí que mi vuelo estuviera reservado para en cuanto terminara el evento, así que únicamente faltaba pasar un día completo en la Ciudad de México y esperar que en casa volviera a sentirme un poco mejor.

Para ser franca no tengo ni la más remota idea de cómo fui capaz de disimular ante todos la oscuridad que se alojaba dentro de mí. Nadie se dio cuenta de lo que yo vivía. Si fuera una competencia me hubiera ganado el premio a la mejor actriz.

En cuanto se terminó el cuarto día de trabajos, salté a la calle, prefería sentir dolor en el exterior que en el interior de mi habitación. Me dirigí hacia el Zócalo y compré un boleto para el último tour por la ciudad. Mientras el camión recorría las calles, no pude evitar pensar que si él no me hubiera terminado hacía ya unos meses, en ese momento estaríamos los dos disfrutando del paseo, puesto que esa era una de las actividades que prometimos hacer y que tristemente nunca se llevaron a cabo.

Apreté los dientes cuando a lo lejos escuché una canción que hizo que se removiera todo en mi interior, se trataba de una canción de trova que mi peor pesadilla me dedicó. Un delirio se apoderó de mí y sentí que ese hombre estaba ahí a mi lado cantándome al oído la canción como aquella vez.

Cerré los ojos. Dejé que mi locura me hiciera un favor y por unos minutos olvidé que ya no estábamos juntos. Imaginé tenerlo conmigo cuando él me amaba y mi mundo era perfecto. Una sonrisa apareció en mi rostro, por esos instantes desapareció el dolor y pude sentir que mi alma estaba en paz.

Entonces comprendí que, para sobrevivir, debía mentirme a mí misma diciendo que lo ocurrido fue una terrible pesadilla y que mi cuento de hadas seguía tan hermoso como siempre. Regresé a mi habitación drogada con mis propias mentiras, en esos momentos prefería vivir engañada que sufrir la cruel realidad. Sabía que los efectos no durarían mucho, pero sería suficiente para pasar mis últimos días en aquella ciudad. 

Simplemente yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora