Día 142 sin ti

2 0 0
                                    

A las nueve de la mañana del domingo, Ernesto pasó por mí para recorrer el centro de Toluca. Su compañía era gratificante, a comparación de David o José, este era un poco engreído, lo cual me recordaba a alguien que estaba a sesenta y cinco kilómetros de distancia.

Ernesto no paraba de hablar, pero hasta eso no me molesté, había convivido por mucho tiempo con un hombre, que cuando le tocabas un punto de su agrado, no podía parar de conversar sobre eso, otra cosa más que se parecía a mi peor pesadilla.

Por el medio día me llevó al Museo de Bellas Artes que presentaba la exposición de Darwin y de ahí al Cosmovitral, en donde sacó todos sus conocimientos de biología. Después de varios minutos me dejó observando aquel hermoso lugar, pues tenía que ir a trabajar al hotel, no obstante, acordamos vernos en mi habitación para tomar otra botella de vino.

La tarde se me fue sacando fotos del Jardín Botánico, luego pasé a los portales para tomar otras imágenes y después regresé al hotel para acudir a mi cita con Ernesto.

Nuevamente a las nueve con diez minutos el recepcionista se presentó a mi habitación, esta vez con una botella de vino en mano, yo lo jalé para que entrara antes de que alguien del personal del hotel lo descubriera. Durante nuestra plática sentados en la cama, él tomó mi mano y la acarició, por un segundo pensé en retirarla, a pesar de ello al final la dejé, todavía me causaba conflicto que otro hombre que no fuera mi expareja me tocara. Cuando menos lo pensé, Ernesto ya estaba a unos cuantos centímetros de mi rostro y supe que pasaría.

Sus labios tocaron los míos dulcemente y los correspondí. Estuvimos unos minutos besándonos. Mi mente daba vueltas diciendo que no era correcto, que mi corazón todavía pertenecía a alguien más y que no podía andar por toda la república besando a todos los hombres, ellos no eran sapos que se convertirían en príncipes luego de un beso, aun así, seguí besándolo con la esperanza de que fuera el indicado y que me hiciera olvidar al otro, sin embargo, no fue así.

Nos separamos un poco y él acarició mi rostro. Suspiró.

- ¿En serio tienes que irte mañana? - me preguntó después de unos segundos en silencio.

- Sí, tengo que trabajar el martes - contesté mirándolo a los ojos.

- ¿Y si te quedas? ¿Y si te quedas conmigo? - soltó como en un ruego.

Suspiré hondo, él se había convertido en el tercer hombre que me pedía eso y de nueva cuenta no podía concedérselo. Mi silencio le dio la respuesta que yo no formulaba todavía, tomó mi cabeza con ambas manos y volvió a besarme, pero esta vez supo diferente porque era el beso de la despedida, ya había aprendido a diferenciarlos.

Ernesto se levantó de la cama y tomó sus cosas.

- No es justo que por fin te haya encontrado y tengas que irte - comentó triste en modo de reproche.

- Nada en este mundo es justo - contesté hablando desde mi experiencia.

Y aquello era cierto, si la vida fuera justa, para empezar mi fantasma no hubiera terminado conmigo y por consiguiente yo no estaría rompiendo los corazones de David, José y ahora el de Ernesto.

En un profundo silencio, el recepcionista salió de mi habitación, ahí iba otro gran hombre que dejaba escapar, otro chico que me hubiera bajado las estrellas y hasta la luna si yo lo pedía. Ahí iba otra oportunidad de ser feliz, pero no, mi corazón seguía aferrado al maldito hombre que me había arrebatado todo, hasta mis ganas de volver a amar.

Simplemente yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora