MAZAMITLA
Capítulo 32
Día 190 sin ti
Había regresado al día cero. La situación empeoraba, me encontraba peor que el mismo día de mi tragedia. Sabía que tenía que escaparme, alejarme de todos, así que un fin de semana de finales de verano Mazamitla se convirtió en mi refugio.
Con una cara de devastada me encerré en mi cabaña, me hice bolita en la cama y lloré. Lloré como si no llevara siete meses haciéndolo. En ese momento todo me dolía, sentía que me desgarraba por dentro. Pensé que quizás no saldría viva por el dolor.
Ya no podía más, me estaba rindiendo, por mucho tiempo intenté hacer de todo y nada funcionaba, de hecho su ausencia lastimaba más que al principio, ¿cómo le haría para seguir adelante? Él se encontraba presente en cada célula que habitaba en mi interior, ¿cómo iba a desprenderme de eso?
Durante siete meses viajé a diversas partes, conocí a otras personas. Ellos me entregaron su corazón y eso no bastó. Todos me pidieron que me quedara, y el único hombre que yo quería que lo hiciera no lo hizo.
Maldije al darme cuenta de que ningún hombre sería suficiente para hacer que lo olvidara, a pesar de que me esforcé en ver en ellos mi salvación, no lo logré, quizás porque la única persona que podía salvarme era yo misma.
Grité maldiciéndolo. Estaba cansada de aquella situación, estaba harta de vivir en la sombra de su legado, con la esperanza de que un día regresara. Me regañé diciendo que por fin lo entendiera, que eso jamás iba a suceder, que lo superara de una vez por todas. Sentí rabia, pero no hacia él, sino conmigo misma. Yo era la culpable de lo que pasaba, yo lo convertí en un ser inalcanzable, yo le permití lastimarme de esa manera, yo y sólo yo, le había dado el poder de destruirme.
Comprendí que él había llegado a mi vida como una tormenta, cambiando todo a su paso, mi forma de pensar, mi forma de sentir y hasta mi forma de vivir. Durante su estancia todo era de mil colores, algunas veces opacos y otros brillantes. Cuando él se fue, cuando la tormenta cesó, me quedé ahí, en medio de la devastación sin saber qué había pasado, pero sobre todo, sin saber cómo iba a seguir, cómo iba a continuar con mi vida sin él.
Me quedaba claro que no podía vivir sin ese hombre, desgraciadamente no existía un final alternativo en donde estuviéramos juntos, eso tenía que grabármelo en mi maldita cabeza, tenía que obligar a mi corazón a dejarlo ir.
Lo amé como jamás en mi puta vida pensé que llegaría a hacerlo. ¿Cómo lucharía contra eso? Era como tratar de escapar de una inminente ola de veinte metros en una isla. Quizás, luego de que ésta azotara contra tierra no quedarían sobrevivientes, aun así tenía que intentarlo, resistirme a una fatídica autodestrucción.
Ahora que la meta estaba trazada únicamente faltaba averiguar cómo la alcanzaría. Mi mente se dispuso a olvidarlo, no obstante mi corazón se negaba rotundamente a ello.
Grité su nombre con todas las fuerzas que tenía, lo repetiría hasta que dejara de dolerme al pronunciarlo. No importaba cuánto me llevara, no iba a salir de aquel lugar hasta conseguirlo o moriría en el intento, porque luego de lo que había pasado, después de todo el camino recorrido, me acababa de dar cuenta que al final del día tenía que volver a lo que era, a ser simplemente yo.
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Simplemente yo
Romance"Él había sido el amor de mi vida. Yo le había dado todo lo que era, mis días buenos, mis besos, mi tiempo, mi cuerpo, y ahora todo se resumía a nada, a un punto muerto." Katherine era una chica que vivía solamente para una persona, su mundo giraba...