Día 30 sin ti

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La mañana del domingo me sorprendió despierta, como últimamente sucedía. Ya me estaba acostumbrando a no dormir. Me di vuelta en la cama, no tenía ganas de levantarme, meditaba en quedarme acostada todo el día cuando alguien tocó a la puerta, sin muchas ganas fui hasta ella. Su rostro sonriente me tomó desprevenida, ahí se encontraba David ataviado con unas bolsas en las manos, yo no entendía qué pretendía al estar ahí.

- ¡Buenos días! - saludó contento.

- ¡Buenos días! - contesté en voz baja.

Él me miró tratando de adivinar en cuál de todas las facetas que me conocía me encontraba en ese momento, estaba como quien dice tanteando el terreno.

- Quise pasar a saber cómo sigues - comentó luego de varios segundos.

- Estoy mejor - mentí.

David me miró enarcando una ceja, sabía que le estaba tomando el pelo.

- Te traje desayuno - volvió a hablar lentamente.

Ahora fui yo quien lo miró confundida, ¿por qué hacía eso? Él esperó pacientemente en la puerta, entonces me hice a un lado para dejarlo pasar. Acomodó las bolsas en la mesa, el olor de la comida me recordó lo hambrienta que me encontraba.

Desayunamos en silencio. Curiosamente me empezaba a acostumbrar a su presencia y quizás a sus atenciones. Luego de recoger la basura nos quedamos otra vez en silencio.

- ¿Qué planes tienes hoy? - quiso saber mirándome de reojo.

- Aun no lo sé - respondí en voz baja.

- No pensaras pasarte el día aquí, ¿verdad? - comentó volteando a verme al rostro.

Me sonrojé, puesto que había adivinado mis planes, así que no pude negarlo.

- Estás aquí de vacaciones, tienes que disfrutar de ellas, no viniste a arrinconarte en el cuarto de un hotel. Bien, entonces prepara tu traje de baño, nos vamos a la playa - anunció felizmente David.

Abrí mucho los ojos, ¿cómo osaba venir a sacarme de mi zona de confort? Nadie le dijo que tenía que rescatarme de mi miseria, porque yo no era una princesa, y él mucho menos un caballero con una armadura plateada.

- ¿Qué no tienes que ir a trabajar? - pregunté alzando una ceja e intentando correrlo cordialmente.

- No, no hoy - contestó adivinando otra vez mis intenciones - Soy mi propio jefe y he decidido pasar el día contigo, y a mí se me antoja ir a la playa - respondió decidido.

Aquel hombre comenzó a irritarme, ¿quién se creía que era que podía darme ordenes? Me quedé ahí sentada con los brazos cruzados esperando a que él se desesperara y me dejara en paz, sin embargo, no lo hizo, al contrario, con su mirada me retaba.

- No tenemos todo el día - dijo David divertido.

- Yo no quiero ir - respondí refunfuñando.

Él soltó una carcajada, lo cual ocasionó que me molestara más, ahora resultaba que me había convertido en su bufón.

- A ver mi niña chiquita. Ve y toma tus cosas antes de que se nos haga tarde - comentó el taxista divertido.

- ¿Qué te hace pensar que tengo un traje de baño? - le dije de forma prepotente.

- No puedo creer que no tengas uno en tu maleta - contestó mirándome todavía divertido - Nadie viene a Colima sin cargar uno.

Simplemente yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora