Día 164 sin ti

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OAXACA


Capítulo 25

Día 164 sin ti


El vuelo que me llevó a Oaxaca partió a las seis horas con cinco minutos. Durante el trayecto de una hora con diez minutos aproximadamente, cerré los ojos y respiré profundamente, ese era mi quinto destino luego de emprender aquel viaje con rumbo a encontrarme a mí misma.

Aunque en los destinos anteriores pude recuperarme un poco después de mi fatídica ruptura amorosa, aún seguía sin encontrar mi lugar, sin saber quién era yo y que quería hacer con lo que restaba de mi vida.

En seguida de salir del aeropuerto y dirigirme a mi hotel en el centro de la ciudad, planeé tomar varios tours por el estado para conocer y despejar mi mente, la cual me gritaba que en ese momento debía estar en la Ciudad de México con el hombre que me había hecho pedazos, para tratar de encontrar una solución a nuestro rompimiento. Moví la cabeza en diferentes lados para alejar aquella idea loca y sobre todo humillante. Para entonces ya había arrojado mi dignidad a sus pies, pues le supliqué, le rogué que habláramos sobre lo que ocurrió, sin embargo, jamás obtuve respuesta y por eso atravesaba esa gran depresión que me orilló a realizar un viaje ilimitado hasta volver a ser yo.

Como llegué demasiado temprano, amablemente el recepcionista me indicó que podía guardar mi equipaje mientras se hacía la hora de realizar la entrega de mi habitación. Así que salí a caminar para encontrar un lugar cómodo para desayunar, por suerte solamente caminé una cuadra y ya estaba en el zócalo de Oaxaca. Ahí había varios puestos de ropa típica y a su alrededor diferentes restaurantes en los que podría tomar alimentos.

Tropecé con un señor que vendía paquetes de excursiones por el estado, y luego de tomar su folleto, él amablemente me indicó varios sitios en los que podría desayunar, comer y cenar, por lo que después de su recomendación, me detuve frente al restaurante en contra esquina de la catedral en el que el vendedor me dijo que podría tomar el mejor chocolate caliente de México.

El mesero de la entrada me recibió alegremente y me invitó a pasar para tomar una mesa en el exterior. Cuando entraba al restaurante, un mesero que se encontraba a mi izquierda pasó a un lado de mí y me dio los buenos días, yo con sólo mirarlo de reojo le respondí, y de repente me paralicé por completo. Me voltee buscando a ese mesero, pero lo había perdido de vista. Me acomodé nerviosamente en la mesa que me asignaron y tomé el menú temblorosa, hacía todo lo posible por leerlo, sin embargo, mi mente se encontraba confundida. Discretamente observaba a todas partes del restaurante en busca del mesero de los buenos días, no obstante, no lo localicé.

Respiré hondo, tenía que relajarme, ya me estaba volviendo loca, puesto que había visto en ese mesero el rostro del hombre causante de mi agonía. No podía creer que a miles de kilómetros me topara, para mi desgracia, con su hermano gemelo perdido. Traté de recordar si él tenía familiares en Oaxaca, sin embargo, confirmé que toda su familia nació y creció en la capital del país. Volví a respirar profundamente, y decidí poner atención al catálogo de comida que me ofrecía el restaurante. Otro mesero se acercó para tomar mi pedido, y en seguida de ordenar un chocolate caliente con leche tradicional y unos huevos al Monte Albán, di una última mirada a mi alrededor, a pesar de ello no había señales del otro muchacho que llevaba en su rostro el reflejo de mi peor pesadilla.

Desayuné exquisitamente en aquel lugar. En seguida de terminar de disfrutar esa maravillosa comida, pagué la cuenta y me encaminé a recorrer las calles coloridas de Oaxaca. Frente a la catedral me abordó un nuevo vendedor de tours, que luego de una plática de varios minutos y de diversas recomendaciones para hacer en la ciudad durante mi estancia, acabé comprándole algunos recorridos, incluido un paquete de viaje a la zona arqueológica de Monte Alban para el día siguiente.

Durante varias horas recorrí tranquilamente las calles, llenándome del gran ambiente de la ciudad. Como a las tres de la tarde regresé al hotel para realizar el registro correspondiente y acomodar mis cosas en la habitación. Aproveché para descansar un poco, ya que llevaba días sin dormir bien, y a las cuatro de la tarde salí nuevamente a caminar y a adentrarme por los majestuosos museos que ofrecía la ciudad.

Para la hora de la comida me encontré tomando una mesa del restaurante contiguo al que desayuné. Estando ahí sentada comprendí que mi mente me había traicionado otra vez y me llevó hasta ese lugar, con la finalidad de volver a ver al mesero que me perturbó por la mañana. Desgraciadamente no lo volví a ver. Comencé a pensar que tal vez todo era producto de mi imaginación, que no existía ese hombre con rostro del amor de mi vida, que únicamente era un reflejo de mis locos deseos, y que ahora estaba viéndolo en todas partes.

Pedí para comer una tlayuda con cecina y una cerveza ámbar. Disfruté de la deliciosa comida y de la vista que ofrecía la mesa en que me senté. Pensé por un instante que quizás ahí podría encontrar la paz que buscaba desde hacía cinco meses. Esperaba con ansias que esos cinco días en Oaxaca pudieran alejarme de la difícil realidad que vivía, y que poco a poco lograra despejar de mi corazón a aquel hombre que me abandonó.

El resto del día me la pasé caminando colina arriba hasta llegar al atrio de la Basílica de Nuestra Señora de la Soledad, y me senté por unos minutos en la Plaza de la Danza, en donde estaban ensayando el baile folclórico tradicional del estado.

Me levanté y emprendí mis pasos hacia el Zócalo para tomar un segundo paseo que había comprado al hombre de la tarde, mediante el cual recorreríamos las calles de Oaxaca en la noche mientras contaban las leyendas representativas de la ciudad.

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