Artem 17. Lia 13.
Movía mi pierna una y otra vez, creando una especie de danza nerviosa, mientras revivía aquel maldito recuerdo como un bucle interminable en mi mente.
Jodida mierda —pensé para mis adentros, sumergiéndome aún más en la espiral de auto-odio que me consumía.
Me detestaba, hoy un poco más que ayer y sin duda menos que mañana; eso estaba claro. No entendía cómo había empezado todo, pero el caos estaba ahí en mi mente desde hacía tanto tiempo que no lograba encontrar el puto inicio de mi tormento.
—¡Artem! —gritó alguien de repente, sacudiéndome abruptamente de mis pensamientos, y me sobresalté en mi silla.
Reaccioné rápidamente llevando mi mano a la pretina de mi pantalón, buscando instintivamente un arma que no estaba ahí, porque, maldición, me encontraba en el instituto.
Jodida mierda por dos.
Era una regla impuesta por mi madre que tenía que seguir al pie de la letra. Odiaba cuando se disgustaba y no podía oponerme a nada de lo que dijera, incluso cuando estaba en total desacuerdo, ella era mi debilidad. Trataba de darnos a mis hermanos y a mí una infancia y adolescencia normal, haciendo cosas comunes y malditamente teniendo que asistir a un instituto privado sin armas. Pero nada de eso había servido, especialmente cuando tu padre era el Jefe de la bratva.
—Pude haberte disparado, Sergei. —Le reproché, empujándolo levemente—. No me sobresaltes cuando estoy sumido en mis pensamientos.
—Hoy has estado en las nubes, ¿qué pasa?
Lo miré de soslayo y bufé, incapaz de ocultarle nada a ese idiota. Era mi mejor amigo y prácticamente un hermano para mí; había estado en mi vida desde siempre.
—Ayer sucedió algo y... me ha estado atormentando desde entonces —sentí la bilis subir por mi estómago y me obligué a tranquilizarme.
—Cuéntame.
—Lia. Se trata de Lia —giré a verlo, notando que su rostro permanecía impasible. Asintió, alentándome con la mirada para que continuara.
Flashback.
Entré a mi cuarto y cerré la puerta de un portazo, soltando la bolsa de deporte con brusquedad y dejándome caer sobre la cama, sin preocuparme por lo sudado que estaba. Solo quería un momento para tranquilizarme; estaba furioso y no quería desatar mi ira contra algún miembro de la familia, lo cual odiaría. Tapé mis ojos con el antebrazo y comencé a contar. Ayudaba a apaciguar mi rabia y, además, esperaba que desapareciera la erección que empezaba a crecer.
No sabía cuánto tiempo estuve en esa posición, pero de repente, un pequeño peso cayó en mis caderas, haciendo que me tensara de inmediato y abriera mis ojos.
No pude reaccionar durante varios segundos. La sorpresa se apoderó de mí mientras intentaba identificar qué había causado esa presión en mis caderas. Finalmente, mis ojos se acostumbraron a la oscuridad de la habitación, y pude distinguir la figura de Lia inclinándose sobre mí. Su presencia, inesperada y silenciosa, me dejó sin aliento por un momento.
Su mirada intensa se encontró con la mía, y un silencio incómodo se apoderó de la habitación.
—¿Artem? —susurró, como si temiera romper la quietud que se había instalado entre nosotros.
Me incorporé ligeramente, apartando mi antebrazo de mi rostro. Sentí un nudo en la garganta al enfrentar su mirada. Lia, con su melena oscura y ojos penetrantes, tenía la capacidad de hacer que mi enojo se desvaneciera como la arena entre las manos.
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OSCURA ATRACCIÓN
Teen FictionArtem Romanov y Lia Romanova, criados como hermanos bajo la sombra del pakhan de la bratva rusa, comparten un vínculo especial que trasciende los lazos de sangre. A medida que el tiempo avanza, el inocente afecto de la infancia se transforma en un a...