CAPÍTULO 22

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POV ARTEM ROMANOV

(Horas antes)


Tuve que detenerme antes de subirme nuevamente al automóvil, sentía que mis pulmones se apretaban cada vez más, impidiendo el paso del aire. Sergei, quien estaba dentro, salió rápidamente y me agarró.

—¡¿Estás bien?! —gritó alterado.

Solo pude asentir con la cabeza, aunque sabía que no era cierto

—Jodidamente no lo estás, Artem. Estás muy pálido, ¡mierda! ¡Artem, reacciona! —empezó a golpearme el rostro una y otra vez, hasta que poco a poco pude estar consciente y llevar aire a mis pulmones.

—Tuve que irme... la dejé con el corazón roto, llorando, y no hice nada. —Le expliqué, mientras sentía cómo todo daba vueltas y la presión en mi pecho aumentaba—. ¡¿Qué mierda está pasando?! ¡Todo se está desmoronando y cuando intento hacer algo, lo arruino!

Sergei me miró con preocupación, su rostro lleno de angustia.

—Artem, tienes que calmarte. Respira profundamente —dijo, sujetándome con firmeza.

Intenté hacerle caso, inhalando y exhalando lentamente, pero la desesperación y el pánico seguían creciendo dentro de mí. Las imágenes de Verónica, su cuerpo golpeado, y el dolor en los ojos de Lia se repetían una y otra vez en mi mente, como una pesadilla interminable.

—¡No puedo! ¡No puedo calmarme! —grité, sintiendo cómo la desesperación me ahogaba—. Todo está fuera de control y no sé cómo arreglarlo. ¡Trato de hacerlo y solo lo arruino! ¡Arruino todo lo que toco!

—No puedes estar en todas partes y controlar todos los movimientos de tu familia. Es imposible. Estabas resolviendo un problema y lo solucionaste. La gente pensará dos veces antes de intentar robarte y...

—¡No es importante! No me importa eso, no cuando las personas que amo... —Negué con la cabeza y golpeé el auto con frustración. Sentí el metal frío bajo mis puños, un recordatorio tangible de mi impotencia—. ¿¡Por qué lo hizo!? Yo mismo lo hubiera matado, no me habría temblado el pulso para acabar con el hijo de puta de Hernández.

Sergei, con una mirada de preocupación, intentó razonar conmigo.

—Tu padre ya no es el pakhan, aunque todavía ayuda en varias cosas. Necesitaba distraerse.

—¿Distraerse matando a mi padre biológico y quemando todas sus propiedades con personas adentro? —pregunté irónicamente, negando con incredulidad.

Se encogió de hombros, su rostro mostrando una mezcla de resignación y entendimiento.

—Es tu padre, tú lo conoces.

—No lo conozco. Pensé que se cuidaría un poco por mi madre, pero no. Ahora está hospitalizado y el niño está muerto... —Una opresión en el pecho me llenó.

La imagen de mi madre, preocupada y sufriendo, llenaba mi mente.

—Ese niño, no sabes si en realidad era tu hermano. Podría haber sido una trampa.

Miré fijamente a Sergei.

—¿Y si lo era? Entonces mi padre habrá matado a mi hermano. ¿Entiendes lo jodido que suena? —Mi voz se quebró al final, dejando escapar un rastro de la vulnerabilidad que intentaba ocultar.

—Solo lo viste una vez.

—Entiendo tu punto, pero... no puedes ir a matar al jefe del cartel sin avisarle a tu hijo, y menos cuando tu salud está delicada —negué levemente—. Lo necesito a mi lado y no puede estar. Soy joven e inexperto. No viví el infierno que lo formó, no tuve que abrirme paso como él.

OSCURA ATRACCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora